LA MUERTE DEL GRAN CAPITÁN
17 de Agosto de 1850
Desde marzo de 1848 el General San Martín se había establecido en Boulogne-sur-Mer y al año siguiente fue nuevamente atacado por el cólera. Para restablecerse y tratar su viejo reumatismo, al año siguiente, pasó todo el mes de julio en la estación termal de Enghien. Allí lo encontró el Dr. Félix Frías quien se preocupó por su delicado estado de salud.
A principios de agosto regresó a su residencia pero el deterioro físico se hacía cada vez más insoportable. En la noche del 13 sintió fuertes dolores estomacales, que requirieron la atención de su médico el Dr. Jardon. Los días siguientes hasta el 16 fue mejorando. El sábado 17, desayunó y pidió a su hija Mercedes que le leyera el diario. El Dr. Jardon que lo visitaba diariamente, lo notó desmejorado y solicitó una enfermera en forma permanente. A las 14 horas hizo una nueva crisis. “Rápidamente fue acostado en la cama de Mercedes. Minutos después, ya moribundo, con la voz entrecortada alcanzó a decir a su yerno: “Mariano…a mi cama”. Fueron sus últimas palabras. Estaba rodeado por la familia y por don Francisco Javier Rosales, representante de Chile en Francia y amigo íntimo de la casa.” Minutos después, a las 15 horas moría el Libertador de América. Al día siguiente llegó el Dr. Félix Frías enterándose de los pormenores por medio de Mariano Balcarce y según él “Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba colocado sobre su pecho, otro en una mesa entre dos velas que ardían al lado del lecho del muerto. Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso del alma que abrazó aquel cadáver.” El 20 un coche fúnebre trasladó el féretro, acompañado por unos pocos amigos y su familia, hasta la catedral en cuya cripta, fue depositado.
El 30 de agosto su yerno trasmitió la noticia al gobierno de Buenos Aires quien acusó recibo escuetamente recién el 1° de noviembre. En Perú el 19 de noviembre con asistencia del presidente, sus ministros, el cuerpo diplomático y alumnos de las escuelas le rindieron homenaje en un solemne funeral en la Catedral de Lima. En Buenos Aires, 14 años después los diputados Adolfo Alsina y Martín Ruiz Moreno presentaron un proyecto para la repatriación de los restos del Gran Capitán, que fue transformado en Ley, pero que no se cumplió hasta 16 años más tarde. El 5 de abril de 1877 el Presidente de la Nación, Dr. Nicolás Avellaneda dio a conocer un mensaje de homenaje al prócer, que decía: “Los restos del primero de los argentinos no deben permanecer por más tiempo fuera de la patria. Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos y los que se apoyan sobre sus tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir.” Por fin el 28 de mayo de 1880, en el transporte de guerra “Villarino” sus restos, llegaban al puerto de Buenos Aires donde fue recibido por el general Domingo F. Sarmiento y posteriormente, por el general Mitre y el Presidente Avellaneda.
Así, con el renunciamiento a los honores, la austeridad, la sobriedad y la piedad cristiana que lo distinguieron en su vida el Padre de la Patria, aún desde su tumba, nos deja su ejemplo.
Recibido de: Tábano Consultora
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