Capitán Juan Carlos Leonetti ¡PRESENTE!
Jorge Fernández Zicavo
Después de la aplastante derrota sufrida en su ataque al Batallón de Arsenales 601º de Monte Chingolo el 23 de diciembre de 1975, y de la definitiva aniquilación de su guerrilla rural en Tucumán en febrero de 1976, el trotskista Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue devastado por una sistemática captura de cuadros, que el 28 de marzo estuvo a punto de incluir a su Estado Mayor y al Comité Central de su Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) reunidos en una casa-quinta de la ciudad de Moreno, Provincia de Buenos Aires.
Allí, el 'comandante' Roberto Mario Santucho, el 'capitán' Benito Urteaga, el jefe de Inteligencia, Arnold Kremer alias 'Luis Mattini' y otros jefes del PRT y del ERP, consiguieron huir gracias a un grupo de seguridad que contuvo el ataque policial.
Aclaración:
Esos eran los grados del ERP, y se entrecomillan para diferenciar-los de sus equivalentes en el Ejército Argentino. Santucho fue el único 'comandante'. Los 'capitanes' cumplían funciones de segundos comandantes.
En aquel decisivo julio del 76, cayeron sus más importantes imprentas y 'cárceles del pueblo': en el Nº 170 de la calle Ecuador, en San Andrés, Prov. de Buenos Aires, donde tenían cautivo al vicecomodoro Roberto Moisés Echegoyen ejecutado por los terroristas al verse copados; y en la calle Achaval Rodríguez Nº 1035 del barrio Observatorio, de la ciudad de Córdoba.
A continuación, se reproducen las líneas generales del relato oficial sobre las circunstancias en que se produjo la muerte en combate del capitán del Ejército Argentino, Juan Carlos Leonetti. Una versión plagada de incógnitas que alimentan toda clase de suspicacias y que posiblemente nunca serán despejadas, pero que, sin embargo, en algunos de sus puntos fue ratificada por el citado Kremer.
En la mañana del 19 de julio de 1976, el italo-argentino Domingo Menna, miembro del Comité Central del PRT, fue capturado en la estación Lisandro de La Torre del Ferrocarril General Bartolomé Mitre (se ignora por qué o cómo fue identificado: ¿azar, cita 'envenenada' delatada por un prisionero?) encontrándose en sus bolsillos una factura de Farmacia por la compra de un nebulizador en la que constaba su domicilio: calle Venezuela Nº 3145, 4º-B, de Villa Martelli, Provincia de Buenos Aires. Un fallo inconcebible en un clandestino curtido como Menna, y referido a la guarida del hombre más buscado por las fuerzas del Estado.
En su resumen de los días 18 y 19 de julio, Kremer no menciona, ni la captura de Menna aquella mañana, ni la existencia de la factura.
Sigue el relato oficial: Conocedor el SIE de que el 'capitán' Benito Urteaga tenía un hijo asmático, y tras una discreta inspección del entorno, se decidió que el Grupo de Tareas mandado por el capitán Leonetti procediera a asaltar la vivienda ante la posibilidad de capturar allí a Urteaga.
Previamente, y como maniobra de distracción para no alertar a los ocupantes, se montó uno de los entonces rutinarios controles de automóviles en las inmediacio-nes (Ruta Panamericana y Avda. General Paz), integrado por fuerzas conjuntas de la Policía Federal, de la Prov. de Buenos Aires y del Ejército.
Al irrumpir el Grupo de Tareas en la vivienda, se encontraron y tirotearon cuerpo a cuerpo con Benito Urteaga y Roberto Mario Santucho quienes, al igual que el capitán Leonetti, resultaron muertos en el acto.
La compañera de Santucho, Liliana Delfino, y la de Menna, Ana María Lanzilloto que también intervinieron en el tiroteo (según Kremer los cuatro estaban armados con pistolas Browning), fueron trasladadas al hospital de la guarnición de Campo de Mayo para ser curadas de sus heridas e interrogadas. La CONADEP las registra como desaparecidas. Ambas pertenecían al Comité Central del PRT. El hijo de Urteaga (3 años) que vivía allí con su padre, resultó ileso y fue entregado a sus familiares. Los cadáveres de Santucho y Urteaga también fueron llevados a Campo de Mayo.
Para los amantes de las leyendas:
Circula una versión de que Santucho llegó moribundo a Campo de Mayo, y que tras fallecer, su cadáver fue sentado en una silla ante la cual desfilaron todos los oficiales de la guarnición escupiéndole. Ello habría ocurrido en el Museo de la Subversión (que efectivamen-te existió; diseñado por el general Bussi), en el que se coleccionaban armas y diversos trofeos capturados a las fuerzas terroristas. El relato se atribuye a un tal ‘ex-sargento Víctor Ibáñez' cuya identidad nadie ha podido confirmar.
http://www.elortiba.org/prt.html#Nunca_Más_-_Campo_Santo
Lo que puede afirmarse, sin duda alguna, es que aquel 19 de julio el PRT y su ERP, la más 'militar' de todas las organizaciones terroristas argentinas (copó seis unidades del Ejército llevándose 750 armas), fueron definitivamente aniquilados. En gran parte, gracias a la copiosa documentación que Santucho guardaba en una valija.
A partir de entonces hubo alguna que otra acción esporádica de 'propaganda armada' destinada a provocar la 'insurrección de la clase obrera contra la dictadura militar', y a finales de 1976 ya ni siquiera eso.
Según Kremer-'Mattini', estaba previsto que al mediodía de ese lunes 19, Santucho se reuniera con el comandante de Montoneros, Mario Eduardo Firmenich, para formali-zar la futura coordinación de las dos organizaciones armadas en una OLA (Organización para la Liberación de Argentina), pero que dicha reunión fue cancelada a último momento porque el oficial de enlace montonero no acudió a la cita previa al encuentro. Asimismo, informó que a las cinco de la tarde Santucho y su mujer iniciarían una complicada fuga hacia Cuba. Tenían los pasajes (¿de avión?, ¿de autobús por alguna frontera?), pasaportes y algunos retoques en el cabello de Santucho. El relato oficial coincide con lo dicho por Kremer en este párrafo.
Entrevista a 'Mattini':
'Mi último día con Santucho'http://www.argenpress.info/2009/07/mi-ultimo-dia-con-santucho.html
Cerramos este artículo con el Editorial del diario Buenos Aires Herald del 20 de julio de 1976. Notable síntesis de aquellos trágicos años, y digno epitafio para despedir al capitán Leonetti.
"Va contra la naturaleza humana el alegrarse ante la muerte de otra criatura humana, pero la gente más decente y la de mejor corazón en la Argentina y en cualquier otra parte del mundo, no podrá evitar un sentimiento de profundo alivio ante la noticia de la muerte, el lunes por la tarde, de Roberto Mario Santucho.
Este aborrecible individuo, y sus igualmente desagradables compinches, muertos también el día lunes -la lista completa no ha sido aún entregada por las autoridades a tiempo para su publicación- han causado durante los últimos años incalculable angustia y sufrimiento en la Argentina. Para muchas personas el sentimiento de alivio ante su muerte se verá también conformado por una satisfacción enteramente humana, en cierta medida como un sentimiento de venganza por los miles que han muerto merced a la delirante locura de Santucho y sus secuaces.
Afortunadamente Santucho ha seguido el camino de otros líderes igualmente asesinos, como Ernesto Guevara, con quien Santucho fue comparado en cuanto a importancia.
Pero hay en esto una moraleja, que consiste en que cuando las fuerzas armadas dejaron de verse deliberada-mente entorpecidas por la esfera gubernamental, como ocurrió durante el nefasto período peronista, comenzaron a tener un éxito tras otro en su lucha contra el terrorismo. La declinación comenzó aparentemente cuando Santucho grandilocuentemente decidió escoger la selva tucumana como base de operaciones, olvidando que el mismo Guevara fue vencido por el gobierno boliviano: entonces ¿qué posibilidades tenía un líder de menor envergadura contra un ejército aún mayor?.
Lamentablemente, esto no pone punto final a la organización siniestra encabezada por Santucho. Pero su eficiencia ha sido pulverizada por una serie de efectivos golpes militares: más de 100 adeptos muertos en diciembre, cientos más muertos a partir de entonces, la mayor imprenta de la organización descubierta la semana pasada, y ahora Santucho y probablemente muchos otros líderes máximos, también muertos.
Todos los Santuchos del mundo no pueden compensar la vida de los civiles, soldados y otros miembros de seguri-dad que han muerto -en muchos casos simplemente asesinados, sin estar remotamente comprometidos paramilitarmente-. Hasta cuando Santucho fue hacia su muy demorada muerte, otro soldado cayó con él: el capitán Juan Carlos Leonetti, quien, según se reveló, era uno de aquellos a cuyo cargo estaba seguir a Santucho y capturarlo o matarlo. Leonetti es otro de quienes -pese a la culposa indiferencia de mucha gente en la Argentina- ha muerto por preservar el modo de vida que ha sido acordado por todas las personas responsables en este país.
Con Santucho muerto, la lucha debe proseguir hasta que se liquide todo vestigio del cáncer. El resultado no estuvo jamás en duda, pero con cada nueva victoria militar se aproxima más el día en que el terrorismo se desvanecerá en la memoria de la Argentina".
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Juan Carlos Leonetti nació en Mercedes, Buenos Aires, el 28 agosto 1944.
Ingresó en el Colegio Militar de la Nación el 08.03.1961 y egresó el 22.12.1964 con el grado de subteniente del arma de Ingenieros. Fue destinado a la Escuela de Ingenieros y posteriormente al 2º Escuadrón de Ingenieros, y al Batallón 601º de Inteligencia (SIE).
Ascendió a capitán en 1975; estaba casado con María del Carmen Viola y tenía tres hijos.
En homenaje al Mayor 'post mortem' Juan Carlos Leonetti, se ha puesto su nombre a varias instituciones. Algunos ejemplos:
Escuela N° 496 del Municipio de Fernández, Santiago del Estero.
Escuela Intercultural Nº 604 de Bernardo de Irigoyen, Misiones.
Escuela Nº 180 de María Grande, Paraná, Entre Ríos.
Escuela Nº 460 de Olacapato, Salta.
Centro de Información Bibliográfica del Ejército Argentino.
Central de Reunión de Inteligencia Militar del Ejército Argentino.
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La información contenida en este dossier ha sido recopilada por el equipo de Termidorianos mediante una paciente tarea de descarte o depuración de datos aportados por distintas fuentes, con el objetivo de construir una versión que se aproximara con una razonable objetividad y cautela a la verdad de los hechos aquí narrados. Dando por sentado, que hasta el día de hoy no existe ninguna versión que pueda considerarse definitiva. La verdad de lo ocurrido sólo puede estar -si no han sido destruidos- en los archivos del SIE y de la antigua SIDE.
Cadáver de Santucho
Fuente: TERMIDORIANOS
Es la Verdad Històrica, la que tenes que conocer, ¿Lo sabìas?...Publicado por Miguel...
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