ASESINATO DEL DIRIGENTE OBRERO PERONISTA JOSE IGNACIO RUCCI
En agosto de 1973 se reunieron por directivas de Mario Eduardo Firmenich (NG: “Pepe”) y Roberto Quieto (NG “Negro”) los integrantes de la Conducción Nacional de Montoneros y decidieron llevar a votación la muerte, el asesinato de un dirigente obrero peronista.
Todos los jefes estuvieron de acuerdo: “Pepe”, el “Negro”, “Nicolás” (nombre legal: Fernando Vaca Narvaja), “Marquitos” (nombre legal: Marcos Osatinsky). Luego se sumarían los apoyos de Roberto Cirilo Perdía (NG: “Pelado Carlos”), Norberto Habbeger (NG: “Cabezón”), Norma Esther Arrostito (NG: “Gaby”), María Antonia Berger (NG: “Anita”, Horacio Mendizábal (NG: “Vasco”) y Rodolfo Galimberti (NG: “El Loco”).
El blanco elegido: el secretario general de Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGT), José Ignacio Rucci.
El motivo: desafiar al general Perón y mostrarles que la banda armada existía y que de ahí en más debía ‘negociar’ con ellos.
Previamente el jefe de la Regional I de la JP (organismo de superficie de la banda armada montoneros), Juan Carlos Dante Gullo (NG: “Canca”) había comenzado una tarea de acción psicológica, pues había ordenado a sus integrantes que se pintaran consignas y se las repitieran en los actos. Dicha consigna era cortita, pero siniestra: “Rucci traidor, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor”.
Los “jefes” dispusieron que la “acción militar” contra el dirigente obrero debía concretarla la “Columna Capital” de Montoneros. Dicha “Columna” estaba integrada por los siguientes “oficiales”: Jefes: Horacio Mendizabal, Roberto Cirilo Perdía y Norberto Habbeger (todos ellos miembros de la CN) y Francisco Urondo (a) “Paco”. “Subjefes”: Juan Julio Roqué (NG: “Lino”), Lorenzo Konkurat, Julio César Urien (ex guardiamarina) y Lidia Mazzaferro. “Nexos” con las organizaciones de superficie: Norberto Ahumada (NG: “Beto”), Juan Carlos Dante Gullo, Luis Roberto Lagraña y Miguel Angel Ponce.
Las tareas de “inteligencia”, que les demandaron unos cuatro meses a los asesinos, estuvo a cargo de Antonio Nelson Latorre (NG: “Pelado Diego”) y Rodolfo Walsh (NG: “Esteban”). Ambos “oficiales de inteligencia” de Montoneros. Contaron con la “colaboración” de los muchachos de la JTP de FOETRA, para pinchar los teléfonos y munirse de ropa de técnicos y credenciales.
La planificación la hizo Francisco Urondo (NG: “Paco”) subsecretario de Cultura de la provincia de Santa fe, durante la gestión de Carlos Sylvestre Begnis, Roberto Cirilo Perdía (NG: “Pelado Carlos”), Horacio Mendizábal (NG: “Vasco”), NG: “Pippo”, Juan Julio Roqué (NG: “Lino”) y NG: “Sebastián”.
Para oficiar de ‘fusilero’ se eligió (Conducción Nacional mediante o Carolina Natalia, según el argot ‘montonero’) a “Lino” que había cumplido similar tarea en el asesinato del general Juan Carlos Sánchez, comandante del II Cuerpo de Ejército, el 10 de abril de 1972 (Operativo 'Sonia Segunda' entre el ERP y FAR), según delató de la guerrillera Graciela Yofre.
Roberto Cirilo Perdía (alias) “Pelado Carlos” utilizó una itaka y “Lino” un FAL. Hubo otros, pero hacían la operación de distracción. Los disparos efectivos que mataron a Rucci partieron indiscutiblemente de las armas de estos dos, que tenían la ‘mejor visión’ de tiro.
Antes de las elecciones que darían el triunfo a la formula Perón-Perón los directivos de la banda armada se reunía en la avenida Rivadavia 9070 de la Capital Federal, sede de la Secretaría Política de Montoneros, donde ponían a punto el ataque al secretario sindical.
A las 12.11 de ese 25 de septiembre el terrorista conocido como “Pelado Carlos” dio la orden de tirar, pues Rucci acababa de salir del domicilio de calle Avellaneda 2953 del barrio de Flores.
El “Pelado Carlos” y “Lino” dieron comienzo a la ejecución. Con dos itakazos y dos fusilazos lo liquidaron y huyeron.
Después con el humor propio de la mafia dijeron que el asesinato de Rucci era el “Operativo Traviata”, porque el dirigente obrero peronista “tenía veintitrés agujeritos”.
El Conductor del Movimiento Nacional lloró por primera vez en público y dijo: “Me cortaron las patas...”
Una siniestra confesión…
Esto fue publicado por el diario Página/12,
el 25 de septiembre de 1998. De esta manera los asesinos que aún andan
sueltos (los que no se han muerto de viejos o con la pastilla, o gozan
de las prebendas de los despachos oficiales) festejan el asesinato
brutal de este dirigente obrero peronista que en ningún momento renegó
de las banderas nacionales del peronismo y de su lealtad al general Juan
Perón.
Asesinato de Rucci Aquella muerte anunciada
Por Sergio Moreno de la redacción de Página/12
"Desde
hacía tiempo dormía en casas diferentes cada noche, acompañado por una
garde du corps que lo seguía a sol y a sombra. Esa noche de septiembre
de 1973 se había ido a lo de una cuñada que vivía en Avellaneda 2953. El
Petiso estaba contento: dos días atrás la fórmula Perón - Perón había
ganado las elecciones generales con casi un 62 por ciento de los votos.
Ese mediodía del 25, salió a la calle camino al Torino rojo que usaba.
Apenas llegó a la puerta. Un escopetazo proveniente de una casa lindera
le dio de lleno en el pecho. Sus custodios se trenzaron en un tiroteo
contra nadie, que disparaba de dos frentes distintos. José Ignacio
Rucci, hace hoy 25 años, murió acribillado de 23 balazos provenientes de
las armas de un comando montonero. En esa época se acuñó un chiste,
siniestro como la disputa de ese tiempo: "a Rucci le dicen Traviata, la
de los 23 agujeritos".Era rosarino, petiso, flaco, enjuto y usaba un
jopo que, en complicidad con sus bigotes, le daban un aire de cantante
latino de boleros.
Tenía 48 años cuando murió.
En 1966 fue nombrado interventor de la seccional de San Nicolás de la Unión Obrera
Metalúrgica, la poderosa UOM de los `60 y `70. Creció gremialmente bajo
el ala de Augusto Timoteo "el Lobo" Vandor y se hizo digno alumno de su
escuela de conducción política. Tuvo su mismo fin. El 5 de julio de
1970, en su residencia de Puerta de Hierro, en Madrid, Juan Domingo
Perón recibió un telegrama. "Triunfó su hombre, general. El secretario
de la CGT es José Rucci."
Tres días antes de que Perón recibiera la noticia, el congreso de unidad de la CGT había encumbrado al metalúrgico gracias al manejo de otros de sus padrinos, Lorenzo "El Loro" Miguel.
A partir de ese momento, este sindicalista de segunda línea, comenzó a influir en la historia de la Argentina de manera descarnada. Rucci fue, junto con Miguel, la cara de la Patria Metalúrgica,
en un país que comenzaba a sumergirse en la interna más sangrienta que
vivió el peronismo en su historia. Con cadáveres como moneda de cambio,
el peronismo delineaba su división entre "fachos" y "zurdos", entre
"burócratas" e "infiltrados".
En
los `60, fue el propio Perón quien promovió a sus "formaciones
especiales", compuestas mayoritariamente por la "juventud maravillosa".
Perón se enfrentaba, tácticamente y desde el exilio, a su primer enemigo
interno: Vandor impulsaba, en connivencia con el onganiato, un
peronismo sin Perón. El viejo general no lo iba a permitir, para lo cual
se valió de sus formaciones especiales... En los `70 el tiempo cambió.
Vandor había sido asesinado en su bunker de Avellaneda y el gobierno
militar armaba su retirada. Los émulos del Lobo, como lo fue Rucci,
estaban nuevamente del lado donde debían estar y preparaban el regreso
del general.
El
primero -efímero - fue el 17 de noviembre de 1972. Rucci lo recibió
bajo un oportuno paraguas que pasó a la historia. El segundo regreso fue
el comienzo de la tragedia. Rucci formaba parte de la comisión
encargada de traer a Perón el 20 de junio de 1973 y de armar el acto de
recepción. Fue la masacre de Ezeiza. La Juventud Peronista
y las distintas ramas armadas - entre ellas Montoneros y FAR - ya lo
llamaban traidor (en tanto que sinónimo de burócrata sindical). A partir
de Ezeiza cantaban:
-¡Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor!
Montoneros nunca se asignó, oficialmente, el asesinato del 25 de septiembre de 1973. Pero todos los integrantes de la JP regionales supieron, ese mismo día, que había sido su vanguardia armada.
Perón lo quería, le tenía aprecio personal.
Rucci fue un emblema de la derecha peronista en su época más trágica.
Rucci gustaba de acusar a los marxistas infiltrados; a los agentes de la
sinarquía internacional, de querer cambiar la celeste y blanca por el
sucio trapo rojo. Hace 25 años caía bajo una lluvia de balas. Hoy, los
sindicalistas argentinos lo recordarán con contrición".
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