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miércoles, 29 de febrero de 2012

"ASÌ EN ESPAÑA, COMO EN ARGENTINA "...en la ARGENTINA pròxima...

NICOLAS PEREZ DIAZ-ARGÜELLES: El juez Baltasar Garzón

 
Baltasar Garzón me recuerda vagamente a Paris Hilton o Lindsay Lohan, porque más que como un juez, actúa como una vedette de la jurisprudencia.
No me gusta. En base a la herida por la cual respiro no me resultaba razonable que persiguiese obsesivamente, aunque ellos me repugnan, a Augusto Pinochet y a la Junta Militar argentina, pero negándose a tocar ni con el pétalo de una rosa al castrismo con sus miles de fusilados, cientos de miles de presos políticos y un millón de exiliados.
La justicia es una sola, no admite dobles raseros, ambivalencias ni devaneos ideológicos. En el acto de juzgar la historia no cabe el ser o no ser de Hamlet. Justicia es justicia y punto. Dictadura es dictadura y punto.
En estos días al juez Baltasar Garzón lo acaban de condenar a once años de inhabilitación por prevaricación al restringir arbitrariamente el derecho de defensa de los acusados en el Caso Guertel que investigaba los crímenes franquistas durante la Guerra Civil. No entiendo que Garzón hubiese ordenado escuchas entre presos y abogados durante la investigación. Es inconcebible que uno de los abogados más brillantes de España haya ignorado algo que cualquier estudiante que cursa el primer año de Derecho sabe que es un acto francamente ilegal.
Hubo un tiempo en que se hizo de noche en la Península Ibérica, y los retoños de Hitler y Stalin se enfrentaron fieramente empuñando ambos la quijada de burro de Caín.
Advierto, rechazo al franquismo. Aún recuerdo la muerte de Federico García Lorca, que por ser un alma libre, por mucho que lo presionaron sus amigos siempre se negó a ser comunista: “Los caballos negros son/ las herraduras son negras/ sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera/ tienen por eso no lloran de plomo las calaveras/ con el alma de charol vienen por la carretera”. Y vino la Guardia. Llegó. Y en un recodo del camino entre Viznar y Alcacer, le dieron un tiro de gracia a Federico con “vagas astronomías de pistolas inconclusas”. Y lloraron las castañuelas, enmudecieron los tablaos y esa noche no alumbró la luna gitana ni a las uvas ni a las zarzamoras. Porque la Guardia Civil había asesinado a la poesía española.
¿Es conveniente 37 años después de finalizada una guerra civil que provocó un millón de muertos abrir este tipo de heridas? Habrá quien piense que sí, que puede ser saludable cada cierto tiempo no olvidar, bebiendo hasta el fondo un vaso repleto de borrajas históricas.
Pero en guerras civiles si de desenterrar crímenes se trata hay que desenterrarlos todos. Me sorprende la memoria selectiva del juez Garzón, ¿investigó los fusilamientos de Paracuellos de Jarama firmados por el Consejero de Orden Público de aquella ciudad Santiago Carrillo? ¿Olvida el rostro descompuesto por la ira de Dolores Ibarrurri gritándole a Calvo Sotelo en una sesión parlamentaria un 16 de junio: “¡Este hombre ha hablado por última vez!”? Y palabra santa, antes de un mes, el 13 de julio siguiente no volvió a hablar jamás porque caía abatido a balazos vilmente ajusticiado por los sicarios de La Pasionaria. Aunque siempre hay discrepancias sobre los hechos históricos.
Con la historia no juegan los jueces. Ella se escribe en páginas blancas con letras bien negras, y al igual que la luna tiene dos caras, la historia tiene dos lecturas, y para juzgarla, hay que leer ambos testimonios sin prejuicios, con un puño cerrado para admitir los defectos de nuestros aliados y otro abierto para reconocer las virtudes de nuestros enemigos, porque no hay mentira más abominable que las verdades a medias.
Le doy las gracias a Garzón porque su intención de volar tan alto con pasiones tan bajas me hace comprender que existen dos Españas, la suya y la mía.
La suya, azuzar odios inútiles, arañar con las uñas sombras donde solo hay luz, no ver la cicatriz cerrada sino lamer el pus sanguinolento de la herida. No sé si su objetivo fue honesto, le doy el beneficio de la duda, pero el resultado de sus acciones fue resaltar lo feo, podrido, lo que provoca nauseas del país donde nació.
Mi España es otra, la que tuvo la transición hacia la paz más hermosa de los siglos XX y XXI, que logró el milagro de que se dieran un abrazo democrático que parió unas elecciones libres Manuel Fraga Iribarne y Felipe González, sin romper el ritmo social y político y haciendo entrar a España al mundo civilizado de naciones. Esa es mi España: la de mi abuelo gallego voluntario del ejército español de Verín, y la de mi abuelo asturiano capitán mambí de Lancreo. La España de la reconciliación. La España grande.

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Señores jueces: " la historia los espera: para premiar a algunos y para juzgar a otros"...Vos: ¿de que lado estas?...Comentado y publicado por Miguel...

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