POLÍTICA - Argentina- Del "vamos por todo" a la dictadura popular- Fuente: Periódico El Litoral-
Crónica política
Del “vamos por todo” a la dictadura popular
Rogelio Alaniz
“Una nación está en peligro cuando su presidente
habla todos los días y se cree la persona más importante del país”.
Arturo Illia
La hipótesis sería la siguiente:
cuando la presidente dice ‘vamos por todo‘, lo que está reclamando es
más poder o todo el poder. En tiempos de Juan Manuel de Rosas hubiéramos
dicho “la suma del poder público”; hoy ella dice ‘vamos por todo‘.
¿Dónde reside la diferencia? En los matices. O, para ser más precisos,
en las posibilidades. Se aspira al poder absoluto, pero a los límites a
veces los ponen las instituciones, a veces la sociedad. Cuando las
instituciones son avasalladas o la sociedad es fracturada o alienada
detrás de la voluntad del líder, la dictadura está a la vuelta de la
esquina.
A ‘vamos por todo‘ se lo puede traducir al
lenguaje de la teoría política, y en esa línea no es arbitrario arribar a
la conclusión de que se reclama la dictadura. ‘Vamos por todo‘,
entonces, es ‘vamos por la dictadura‘. ¿Y eso qué significa? La
concentración de todo el poder y la perpetuidad.
En los lejanos tiempos de los romanos la
dictadura estaba reconocida como una solución excepcional controlada por
el Senado y acotada en un tiempo preciso. A los totalitarismos del
siglo veinte esas delicadezas no les hicieron perder el sueño. Pasaron
los años y los siglos, pero la pulsión brutal por el poder se mantuvo
intacta. Los hombres ansían el poder por diversas razones, pero en todos
los casos su íntimo deseo secreto es abusar de él.
Continuemos. La dictadura reclama del dictador,
el hombre o la mujer que desde el poder ‘dicta‘ su voluntad. El dictador
‘dicta‘ y nadie puede responderle o contradecirlo. Su voluntad es
absoluta. Desde el balcón, la tarima o el atril el dictador es una
suerte de Dios, cuya palabra es infalible.
No hay dictadura ‘popular‘ sin estos detalles: un
escenario y una verborragia. El discurso es un artefacto decisivo para
montar las grandes escenografías. El dictador suele disponer de una
incontenible pulsión por lo que un ensayista español calificara como ‘la
locuacidad morbosa‘, ese afán de hablar todos los días a una platea
dócil, obsecuente o resignada. El ejemplo de Chávez es elocuente y el de
nuestra señora, patético.
¿El gobierno de los Kirchner es una dictadura? No
lo es, pero Ella y sus secuaces no le hacen asco a esa posibilidad. Por
lo tanto, muy bien podría decirse que el régimen todavía no tiene el
rostro de una dictadura, pero no porque sus gobernantes no quieran sino
porque todavía no pueden.
Todas las semanas el poder inicia o reanuda
batallas destinadas a quebrar resistencias. Los enemigos preferidos
suelen ser los periodistas. La afirmación merece una advertencia: los
enemigos son los periodistas que no comulgan con el poder, porque, bueno
es saberlo, la señora no tiene problemas con los diarios, las radios y
los canales que la halagan; a quienes detesta es a los periodistas que
la critican, o que contrastan sus palabras y sus hechos. Ese es su
problema, no otro.
La palabra ética está ausente en su vocabulario a
la hora de explicar los actos de Boudou o el origen de la fortuna de su
marido, pero se acuerda de la ética cuando habla de la libertad de
prensa. La señora no inventa la pólvora, cuando dice que hay periodistas
corruptos. Por supuesto que los hay, pero no estaría de más recordarle a
una opinión pública a veces distraída, a veces encandilada y a una
presidente que en estos temas juega con naipes marcados, que el
principal centro de corrupción de los periodistas es el gobierno.
Entonces, ¿no hay libertad de prensa? Más o
menos. Si me exigen una respuesta rápida, diría que en la Argentina lo
que hay es una prensa que resiste. Resiste como puede. Lo hace desde sus
lugares, sus intereses y sus ideologías, pero resiste.
Otra respuesta tentativa sería: hay una libertad
de prensa acosada, asediada, agredida. Al respecto, basta pensar lo que
sería de nuestro país si no existieran Clarín, Perfil y La Nación.
Imagino las imputaciones: agente de la prensa cipaya, operador de
Magnetto, vendido a la sinarquía y otras lindezas por el estilo. No me
alcanzan esas injurias, porque a la hora de defender la libertad, todos
los perseguidos, intimidados o marginados debemos estar juntos.
Las batallas del régimen hoy incluyen a los
gobernadores. Los atropellos contra Scioli y Macri, los brutales
operativos desestabilizadores y destituyentes contra sus gestiones,
demuestran el futuro que les espera a gobernadores que no se postren
ante el poder.
La memoria es falible, pero honestamente no
recuerdo que alguna vez hayamos padecido a un mandatario con una
vocación tan definida y obsesiva por lastimar, humillar y ofender. No
digo que es lo único que sabe hacer, pero es lo que mejor le sale.
La presidente posee una incapacidad absoluta para
dialogar. Sus impedimentos para ejercer el arte igualitario de la
conversación, se parecen a un bloqueo emocional. Su relación con los
gobernadores es de ‘ordeno y mando‘. Sus desplantes a políticos
respetables como Bonfatti o De la Sota, se confunden con la grosería y
la mala educación.
Volvamos a los gobernadores. En tiempos de la
dictadura de Rosas, Varela, Alberdi y Echeverria percibieron que al
dictador no lo iban a derrotar con los poemas de los exiliados de Chile y
Uruguay. Fueron los errores y fracasos los que les permitieron arribar a
la conclusión de que a Rosas se le debía oponer alguien que dispusiera
de un poder parecido al de él. Ese alguien, como lo dirá después
Alberdi, debía ser un caudillo. Lúcido y atento, Echeverría dedicó el
‘Dogma socialista ‘ a Urquiza. Era toda una señal. Dos años después, el
caudillo entrerriano se levantaba contra le despotismo del puerto de
Buenos Aires controlado por Rosas.
De aquellas turbulencias han pasado más de ciento
cincuenta años. De la Sota no es Urquiza y la señora no es Juan Manuel,
pero los dilemas del federalismo político y fiscal subsisten, como
subsisten las pretensiones del poder por asfixiar a las provincias. Las
enseñanzas de la historia son muy claras. Cuando la opresión se hace
insostenible, cuando la voracidad del poder central transforma a las
provincias en cenicientas mendicantes y famélicas, la rebelión de los
gobernadores puede ser una esperanza.
Se sabe que nunca ha sido fácil iniciar la
resistencia al poder. Urquiza, en su momento, estuvo solo, pero una
semana después de Caseros los mismos que le habían dado la espalda o
habían mirado para otro lado, se sumaron a su convocatoria y marcharon
diligentes y leales a San Nicolás. De esas miserias y debilidades está
hecha la madera humana
¿Quién será el Urquiza que hoy se plante frente
al poder central y convoque a la resistencia de los gobernadores? ¿Quién
será el Roca que organice una liga de gobernadores destinada a resistir
el avasallamiento del poder unitario? ¿De la Sota, Bonfatti, Scioli,
Macri? En el poder territorial de las provincias reside una posibilidad
seria y eficaz de resistencia a las pretensiones cesaristas de la
señora.
La pedagogía oficialista en las escuelas a través
de “los chicos de la Cámpora‘ ya entra en el terreno de lo grotesco y
perverso. En estos temas no hay manera de equivocarse: el afán de
adoctrinar a los niños con las verdades oficiales, será siempre una
pretensión totalitaria, de izquierda o de derecha, pero totalitaria al
fin. ‘La razón de mi vida‘, el texto canónico del viejo peronismo, el
texto cuya lectura obligatoria se extendía a colegios, escuelas,
universidades y cuarteles, ahora será reemplazado por la estética de
Forster o Feinmann o, por qué no, de Tinelli o Maradona, los dos
arquetipos de la cultura nacional que venera el populismo criollo.
Por último, importa saber que la propuesta de
reformar la Constitución es la antesala de la dictadura, la concreción
del proyecto por eternizarse en el poder. La señora y su séquito avanzan
a paso redoblado en esa dirección. Todo estará permitido. Convencerán a
los que puedan, corromperán a los que se dejen e intimidarán al resto.
Sobre estos temas no hay nada nuevo que agregar, A
lo largo de la historia de la humanidad, a los dictadores y a los
aspirantes a dictadores se los reconoce por ese afán compulsivo de
ejercer el poder. Desde los tiempos de Nerón y Calígula a la fecha no ha
habido novedades importantes. Los liberales conocían de esa pasión
desbordante porque la habían sufrido y es por eso que se empeñaron en
ponerle límites. En cualquier caso, siempre se trató de que una persona
no disponga de demasiado poder. Que el poder rote, alterne, cambie. No
fue sencillo arribar a ese consenso. En el camino hubo guerras civiles,
degollinas, ajustes de cuentas, pero los países democráticos, luego de
tortuosas experiencias, aprendieron una lección que para nosotros sigue
siendo una asignatura pendiente.
Gestual. La presidente aparece cada día más histriónica en sus frecuentes mensajes al país. Foto: EFE
Extraido: El blog de Eduardo Ramos Campagnolo
"LA DICTADORA"...para todos y todas...Publicado por Miguel...http://porlamemoria-miguel.blogspot.com
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