Por Guillermo Calvo
El
2 de julio de 1976, poco después del mediodía, José María Salgado
ingresó sin inconvenientes al edificio de la Superintendencia de
Seguridad de la Policía Federal Argentina (Moreno 1417), llevando en
sus manos un portafolios que contenía el artefacto explosivo que le
habían entregado, momentos antes, Rodolfo Walsh, alias Esteban, jefe de
Inteligencia, y Marcelo Daniel Kurlat, alias Monra, comandante de la
Columna Norte de Montoneros.
Hacía unos días que Salgado, ex suboficial policial y militante montonero (nombres de guerra Daniel, Pepe y Sergio)
había sido dado de baja. Sin embargo, conservó su identificación a
pedido de la cúpula da la “orga” para poder concretar el atentado, y
esto le permitió desplazarse con facilidad en las instalaciones
federales.
Desde
varios meses atrás Salgado había estado pasando informes -domicilios,
horarios, datos familiares de los miembros de la Policía Federal,
etc.- a la central de inteligencia montonera que estaba bajo la
dirección de Rodolfo Jorge Walsh y Horacio Verbitsky. Este organismo
tenía como función principal obtener y procesar la información con el
objetivo de prevenir, mediante la contrainteligencia, las acciones de
las Fuerzas Armadas y de Seguridad, y a la vez designar los objetivos
que debían atacar los militantes montoneros. En otras palabras,
decidían a quiénes debían asesinar los terroristas de la organización.
Minutos
después de las 13, el terrorista colocó la bomba sobre una silla del
comedor de la Superintendencia, ocultándola debajo de un mantel. A
continuación pidió dos almuerzos, ingirió el primero y se retiró
rápidamente. Siete minutos después estalló la bomba. La explosión de
los 9 kilos de trotyl causó un enorme daño, potenciando sus efectos
porque la deflagración se produjo en un lugar cerrado, lo que impidió
que la energía generada saliera, concentrándose toda en el recinto.
Esto produjo la muerte de muchos de los concurrentes por las terribles
quemaduras que sufrieron. Pero, además, otros murieron por el impacto
de las miles de bolas de acero proyectadas en todas direcciones. Con
total frialdad, Salgado esperó tranquilamente en un bar cercano al
edificio hasta que escuchó la explosión, para luego reunirse con su
responsable, Rodolfo Walsh, e informar sobre el “éxito” de la
operación. El estallido de la mina vietnamita generó la muerte
inmediata de muchos de los agentes, otros fallecieron tras varios días
de agonía por las terribles heridas sufridas. Los asesinados fueron:
los oficiales ayudantes Alejandro Castro y Héctor Castro; el
supernumerario Ramón Arias; los cabos primeros Ernesto Agustín Suani y
Carlos Shand; los cabos Elba Hilda Gazpio, Genaro Bartolomé Rodríguez y
Vicente Iore; los sargentos Juan Paulik, Rafael Modesto Muñoz,
Bernardo Roberto Tapia, María Esther Pérez Couto, Bernardo José Zapi,
Adolfo Chiriano, Marta Olga Pérez de Bravo y Romualdo Rodríguez (R); el
suboficial auxiliar David Di Nuncio; los agentes José Roberto
Iacobello, Juan Carlos Blanco, Ernesto Alberto Martinzo y Alicia Esther
Lunati, y la señora Josefina Cepeda. En total fueron 24 los muertos.
Además, padecieron graves heridas 66 personas más.
El
lugar elegido para la acción terrorista no había sido seleccionado al
azar. Si bien los informes brindados por el servicio de inteligencia
montonero indicaban que al comedor no concurrían oficiales de la fuerza
de alta graduación, y que con frecuencia asistían familiares de los
uniformados, se decidió concretar el ataque. El atentado fue preparado
con el fin de producir la mayor cantidad de muertes posibles, por ello
se eligió un artefacto especial. Se trataba de una mina tipo vietnamita
o claymore. Consistía en 9 kilos de trotyl recubiertos con 5 kilos de
bolas de acero. Al estallar el explosivo mediante un mecanismo de
relojería, las bolas de acero se proyectarían en todas direcciones
acribillando a los concurrentes mientras almorzaban. Al causar una gran
cantidad de muertos se cumpliría el objetivo central de la operación:
Aterrorizar a los integrantes de la fuerza, paralizarlos por el terror
que semejante masacre generaría. La Policía Federal y la de la
Provincia de Buenos Aires eran dos de los principales obstáculos para
que las organizaciones subversivas concretaran sus planes de convertir a
la Argentina en una nueva Cuba. Esto lo habían expresado los propios
integrantes del Consejo Nacional de Montoneros en un documento
elaborado en abril de 1976, pocos meses antes del ataque a la
Superintendencia. Allí sostenían: “Suponíamos que el enemigo golpearía
fundamentalmente por la multiplicación de su capacidad policial, ya que
no tenía posibilidad de combatirnos según los principios clásicos de
la guerra general, suponíamos que la táctica principal estaría en el
control de la población, pinzas de automotores, de peatones, etc. y
fundamentalmente el rastrillo. Estas tácticas ya eran utilizadas por la
policía, pero sumado el poder del aparato militar de las FFAA a la
capacidad policial, se multiplicaría enormemente…. Mientras,
golpeábamos a las fuerzas policiales para limpiar el territorio. Esto
último se debía a la apreciación que las Fuerzas Policiales son las
verdaderas avanzadas de las Fuerzas Armadas. En el territorio, son
quienes están insertadas en los barrios populares, quienes tienen el
mayor conocimiento táctico y político del territorio en el que nos
movemos ….” El documento llevaba la firma de los comandantes Firmenich,
Perdía, Yaguer y Mendizábal.
También
se quería demostrar la vulnerabilidad e impotencia del gobierno y las
fuerzas de seguridad frente a la guerrilla, ya que el comedor de la
Superintendencia se encontraba a pocos metros del Departamento Central
de la Policía Federal. A su vez, el atentado serviría para levantar la
moral de los guerrilleros, en declive por los constantes golpes
sufridos a manos de los efectivos nacionales. Se trataba, entonces, de
una operación que intentaría causar un daño mayúsculo para producir el
mayor impacto posible en la fuerza y en la opinión pública, y provocar
lo que este tipo de organizaciones armadas busca: El terror. Según los
cálculos de la “orga”, el temor que se desataría en la Policía Federal
la obligaría a replegarse y los policías se atrincherarían en las
comisarías, dejando las calles a los montoneros que podrían entonces
operar con impunidad. No en vano el 60% de las víctimas del terrorismo
en la Argentina fueron miembros de las policías locales.
Los
diarios de la época se hicieron eco del atentado. El 3 de julio La
Nación informaba: Estalló una bomba en una dependencia de la policía.
El artefacto, que fue colocado en un salón comedor, causó muchas
víctimas. Información oficial: 18 muertos y 66 heridos. La diferencia
entre la información del diario y la cantidad de fallecidos mencionada
se debe a que 18 fueron las personas que murieron en el momento de la
explosión o a los pocos minutos, sumándose los días siguientes los que
fallecieron a causa de las heridas.
La
operación, sin embargo, lejos de producir el efecto esperado por
Montoneros, generó la reacción contraria. La Policía Federal cerró sus
filas redoblando sus esfuerzos para terminar con la organización
terrorista, siendo fundamental su papel para poner fin a sus acciones,
contribuyendo junto con las policías locales, especialmente la de la
Provincia de Buenos Aires, a la destrucción de las bandas
castro–guevaristas que asolaban a nuestra Patria.
Inmediatamente
de producido el atentado se abrió una causa judicial contra los
responsables. Sin embargo, en diciembre de 2006, la jueza federal María
Romilda Servini de Cubría sobreseyó a todos los terroristas implicados
en el ataque. En la causa actuó como fiscal Jorge Alvarez Berlanda,
para quien el asesinato del general chileno Carlos Prats y de su esposa
en Buenos Aires era un crimen imprescriptible; sin embargo, no pensaba
lo mismo del que produjo 24 muertos y 66 heridos en el comedor de la
Superintendencia. Nada extraño, dada la creciente benevolencia de la
justicia federal respecto de los terroristas. Ninguna Madre de Plaza de
Mayo reclamó por los derechos humanos de las víctimas y ningún juez se
ha atrevido a declarar como delito de lesa humanidad a uno de los
peores atentados que sufrió la sociedad argentina. Los caídos
permanecerán en la memoria, en el recuerdo y en los corazones
agradecidos de todos aquellos que aún hoy valoramos el sacrificio de
tantos hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas por la Argentina,
agredida por el ataque combinado de naciones extranjeras (URSS, Cuba,
Chile, Nicaragua) y el terrorismo marxista.
Declaraciones del jefe montonero Horacio Mendizábal a la revista española Cambio 16
“La
colocación de la potente bomba que destrozó el comedor de la
Superintendencia de Seguridad Federal, ofrece características similares
a la Operación Cardozo, [se refiere al asesinato del general Cesáreo
Cardozo, perpetrado por una militante montonera, Ana María González,
amiga de la hija de la víctima, que colocó una bomba debajo de su cama]
aunque el explosivo era sensiblemente mayor. Nueve kilos de trotyl y
cinco kilos de bolas de acero, accionadas por un dispositivo de
relojería, introducido en el edificio por un compañero que estaba
infiltrado y que había realizado días atrás una prueba con un paquete
similar, pero inofensivo. Cuando vimos que todo andaba bien se lanzó la
operación que también sirvió para demostrar la alta moral y serenidad
de nuestros combatientes, porque el compañero accionó el dispositivo
luego de terminar su almuerzo en el propio lugar que luego volaría, y
se retiró para ello con 7 minutos de anticipación.”
Apuntes para la biografía de un asesino terrorista: Rodolfo Jorge Walsh
Rodolfo
Jorge Walsh, nombres de guerra Esteban, Profesor Neurus o El Capitán,
nació en 1927 en la isla de Choele Choel, provincia de Río Negro. Tras
el triunfo de la revolución cubana se trasladó a la isla donde fue
fundador de la agencia Prensa Latina, brazo mediático creado por Fidel
Castro para expandir la ideología marxista en el continente. En Cuba se
desempeñó como jefe de los Servicios Especiales de la agencia,
entrenándose especialmente para desempeñar actividades de inteligencia.
Ya como agente cubano y con dinero castrista volvió a la Argentina
para fundar el periódico CGT de los Argentinos junto al sindicalista
Raimundo Ongaro -uno de los principales responsables del Cordobazo- con
el fin de combatir la llamada “burocracia sindical”. Pero el cuentista
y escritor no solamente se dedicó a las letras, sino que la propaganda
y el odio desplegado contra el sindicalismo no marxista se concretó
también en los hechos. Rodolfo Walsh fue uno de los ideólogos del
asesinato del líder sindical Augusto Timoteo Vandor, la llamada
Operación Judas, perpetrada el 30 de junio de 1969 entre otros por
Raimundo Villaflor, Carlos Caride, Dardo Cabo, Horacio Mendizábal y el
propio Walsh. Más tarde, el 27 de agosto de 1970, el comando Emilio
Maza de la organización armada Descamisados, integrado por Walsh,
asesinó a otro líder sindical, en este caso a José Alonso. En la misma
línea de sangre participó en el asesinato de José Ignacio Rucci,
Secretario General de la CGT, el 25 de septiembre de 1973. Ese mismo
año fundó junto a Horacio Verbitsky el diario montonero Noticias, al
incorporarse definitivamente a la “formación especial” después de su
paso por las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Fue uno de los
organizadores, junto a Carlos Goldenberg, del atentado dinamitero
perpetrado el 2 de noviembre de 1974, que produjo la muerte del
comisario general Alberto Villar y su esposa en la localidad bonaerense
de Tigre.
El
2 de julio de 1976 fue uno de los principales responsables de la
voladura del Comedor de la Superintendencia de Seguridad de la Policía
Federal. También fue fundador de la Agencia de Noticias Clandestina
(ANCLA).
El
25 de marzo de 1977 fue abatido por las fuerzas de seguridad en un
enfrentamiento presenciado por numerosos testigos en plena avenida
Entre Ríos entre Humberto I y Carlos Calvo.
En
recompensa a su trayectoria terrorista, una plaza, una escuela y
varias cátedras universitarias y calles llevan su nombre. Para conocer
el verdadero papel desempeñado por Rodolfo Walsh en las organizaciones
armadas se recomienda la lectura de Años de terror y pólvora. El
proyecto cubano en La Argentina (1959 – 1970), ROJAS, Guillermo, Buenos
Aires, Santiago Apóstol, 2001.
Biografía de un luchador social: Horacio Verbitsky
Horacio
Verbitsky, nombres de guerra El Perro, Roberto y Horacio Salazar,
nació en La Plata el 11 de febrero de 1942. En 1972 se unió a la
agrupación terrorista FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) la que, más
tarde, se fusionó con Montoneros, integrándose H.V. al aparato de
inteligencia donde actuó bajo la dirección de uno de sus mentores,
Rodolfo Walsh. Al igual que Walsh, como responsable de la inteligencia
montonera, Verbitsky fue uno de los encargados de seleccionar los
“blancos”, es decir las personas que debían ser asesinadas. Pero no
solamente seleccionaba los objetivos sino que participó directamente en
otras acciones como el cruento copamiento del Regimiento de Infantería
29 de Monte en Formosa, ejecutado por Montoneros el 5 de octubre de
1975 –asesinando a 12 hombres, la mayoría de ellos conscriptos-, y el
atentado en el estacionamiento del edificio “Libertador”, el 15 de
marzo de 1976, que generó la muerte de un civil, el camionero Alberto
Blas García. Días después, participó en la voladura del comedor de la
Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal, asesinando a 24
personas más e hiriendo a otras 66. Viajó al Perú donde contribuyó a la
formación de diversas organizaciones terroristas locales. Fue detenido
en pleno Proceso de Reorganización Nacional, detención durante la cual
sus ex compañeros de combate suponen que se dedicó a entregar a
“compañeros”. El versátil periodista–terrorista colaboró con el
comodoro Juan José Güiraldes en la publicación del libro El poder aéreo
de los argentinos en 1979. Reapareció en la década del ’80 como uno de
los fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), ONG
financiada por la Fundación Ford, que vela por los derechos humanos de
los argentinos y es la encargada por los sucesivos gobiernos de revisar
los ascensos en las Fuerzas Armadas, de manera de evitar la promoción
de presuntos represores. Durante los meses previos al asalto a los
cuarteles de La Tablada (23–24 de enero de 1989) desde el diario Página
12 -fundado con fondos provenientes del ERP y del gobierno sandinista
de Nicaragua– promovió las más variadas formas de insurrección popular.
Como se ve, nos encontramos frente a un verdadero hombre
polifuncional: escritor, periodista, oficial montonero, terrorista,
experto en inteligencia, delator de sus compañeros, fundador de
organizaciones de derechos humanos, escritor de obras de estrategia
militar, colaborador del Proceso, asesor presidencial y posiblemente
agente de la CIA. “Participé en enfrentamientos armados, y por suerte no
murió nadie, porque me sentiría muy mal”, le mintió al director de
Perfil, Jorge Fontevecchia. “No fui importante en la estructura de
Montoneros. No era el que soy hoy, tenía un nivel bajo”, volvió a
mentir. ”A Mario Firmenich lo vi sólo dos veces en mi vida. Nunca tuve
ninguna relación especial con él”, continuó Verbitsky. (Perfil,
4/11/07).
Fuente: ACUÑA, Carlos Manuel: Verbitsky. De La Habana a la Fundación Ford, Buenos Aires, Ediciones del Pórtico, 2003.
Parte de guerra
Buenos Aires, 2 de julio de 1976:
“A
nuestro pueblo: En la mañana del día de la fecha, el pelotón de
combate ¨Sergio Puiggros¨ del Ejército Montonero, aprovechando una
falla en el dispositivo de vigilancia y control de la Superintendencia
de Seguridad Federal (ex Coordinación Federal), colocó en su sede
central un artefacto explosivo. Cumplida su misión, los compañeros se
retiraron sin novedades y, posteriormente, tal como estaba planificado,
el artefacto detonó a las 13.20 en el comedor de esa dependencia. Los
medios de información del Ejército Montonero estiman en 85 el número de
bajas causadas al enemigo, de los cuales 25 son muertos. No se
descarta el que esta cifra pueda llegar a ser superior. Los daños
causados al edificio son importantes, estimándose que la capacidad
operativa de este centro represivo quedó seriamente afectada por un
lapso de tres meses. (…) Hasta la victoria final. MONTONEROS”
NADA
ESTÁ " PRESCRIPTO ", estos asesinatos cometidos por la infame bestia
terrorista serán juzgados debidamente y declarados de lesa humanidad,
claro está que sucederá cuando el gobierno del régimen de CF viuda de
Kirchner y sus aliados ya no existan...Te pregunto entonces: ¿ seguirás
votando al régimen kirchnerista?...Comentado y publicado por Miguel...
http://porlamemoria-miguel.blogspot.com
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