Operación Pindapoy: secuestro y asesinato del ex general Pedro Eugenio Aramburu
Jorge Fernández Zicavo
Resumen del relato que dos de los fundadores de Montoneros, Mario Firmenich y Norma Arrostito, hicieron en 1974: “Cómo matamos a Aramburu”; de investigaciones policiales y judiciales efectuadas en su momento; de historiadores y periodistas que estudiaron el caso; y del autor de esta nota.
Ciudad de Buenos Aires, calle Montevideo 1053, octavo piso.
29 de mayo de 1970, celebración anual del Día del Ejército Argentino.
Dos falsos oficiales del Ejército, uniformados y con insignias de teniente primero y capitán, respectivamente, se presentan en la vivienda del ex teniente general y ex presidente de facto de la República, Pedro Eugenio Aramburu.
Tras tocar el timbre son recibidos por la mucama y a continuación por la esposa del general, a quien le dicen que traen un mensaje de la Comandancia del Ejército. La esposa les ruega que tomen asiento y poco después se presenta Aramburu. Los oficiales le comunican que, por razones que se le explicarán en la Comandancia, tienen ordenes de acompañarle a la misma como custodios para su seguridad personal. Mientras Aramburu se asea y viste, su esposa sale a hacer unas compras. Cuando regresa al mediodía, le extraña que el general no se haya presentado para almorzar ni haya telefoneado. Después de indagar en el círculo de amistades civiles y militares, saltan las alarmas.
Horas más tarde, es dejado en el baño de un bar un Comunicado para la prensa: el general Aramburu ha sido “detenido” (sic) y será sometido a juicio por un Tribunal Revolucionario, o sea, por sus secuestradores, bajo la acusación de haber derrocado el gobierno constitucional del general Perón en 1955 y fusilado a varios de sus seguidores en 1956. Firma el Comunicado una organización (con inequívoco lenguaje castrense), hasta entonces totalmente desconocida en las sectas de la izquierda marxista y peronista: Montoneros.
El 31 de mayo, un tercer Comunicado, informó que el Tribunal Revolucionario ha condenado al general Aramburu a ser “pasado por las armas”. Al día siguiente, un cuarto Comunicado confirmó que se le había ejecutado.
Finalmente, las investigaciones policiales consiguieron identificar y capturar a algunos miembros de la organización y localizar la casa donde Aramburu había estado prisionero y fuera ejecutado: una estancia en Timote, Provincia de Buenos Aires.
La posibilidad de que un general con 37 años en el Ejército hubiera sido engañado por dos civiles impostores con edades que no se correspondían con sus grados militares (23 y 25 años... ¡un Capitán de 25 años!), y que se pusiera dócilmente a su disposición sin hacer antes una confirmación telefónica con la Comandancia para verificar lo que estos le decían, resultó inverosímil. Esto dio lugar a que circulara la hipótesis de que los secuestradores no eran activistas políticos sino auténticos oficiales del Ejército. Y que, además, al menos uno de ellos tuvo que ser conocido del general para que éste se confiara.
Por otra parte, el hecho de que pocos días después, este suceso provocara nada menos que la sustitución del presidente de facto general Juan Carlos Onganía, por el general de brigada Roberto Marcelo Levingston (Jefatura de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, ex agregado militar en la embajada argentina en Washington y con una larga experiencia en el Servicio de Información del Ejército y en la Secretaría de Informaciones del Estado), abrió la posibilidad de que la operación denominada “Pindapoy” por los misteriosos “montoneros”, hubiera sido en realidad una jugada de un sector del Ejército que perseguía dos objetivos: eliminar al ex general Aramburu que entonces negociaba con su partido político UDELPA una alianza con radicales, socialistas, comunistas y dirigentes peronistas que ya no prestaban lealtad al exiliado Perón; y desplazar de la Presidencia de la República al general Onganía, cuya acción de gobierno se consideraba fracasada y contraria a los intereses del grupo conspirador. Conviene recordar que desde 1962 el Ejército Argentino estaba políticamente divididos en dos fracciones: "azules" y "colorados" que estuvieron a punto de enfrentarse con las armas.
En resumidas cuentas: “Pindapoy” habría sido una operación conjunta de militares y jóvenes terroristas montoneros fácilmente manipulables para profesionales de la Inteligencia. Entre los muchos indicios que apuntan a una conspiración política de alto nivel gestada en las cloacas del Estado, habría que mencionar el caso del subcomisario Osvaldo Sandoval, subjefe de la División Asuntos Políticos de la Policía Federal que dirigió las investigaciones del caso Aramburu y que había sido jefe de la custodia presidencial de Onganía y Levingston. Dos días antes de testificar todo lo que había averiguado ante el juez instructor de la Causa, fue asesinado con catorce balazos mientras cargaba nafta en una gasolinera del porteño barrio de Urquiza.
Según la prensa, la ejecución fue reivindicada por las marxistas FAL (Fuerzas Argentinas de Liberación), pero en aquellos años era habitual que, para confundir a los investigadores policiales, muchos homicidios se “firmaban” atribuyéndolos a una de las muchas organizaciones terroristas; las cuales, si el caso les era políticamente rentable en términos de propaganda, no lo desmentían, asumiendo con su silencio la paternidad del atentado. Es bien sabido que algunas acciones terroristas llevadas a cabo por los Servicios del Estado o grupos paraestatales como la Triple A, fueron “firmadas” con la sigla de alguna OPM (organizaciones político-militares de extrema izquierda)… y viceversa. Este autor, que ha entrevistado a antiguos combatientes de las FAL (fracción "Zárate), está convencido de que esa organización no ejecutó al subcomisario Sandoval.
Naturalmente, sobre el rocambolesco secuestro y asesinato del general Aramburu cuya verdad posiblemente nunca podrá conocerse, han corrido ríos de tintas y mares de hipótesis recogidas en una abundante bibliografía marcada por el denominador común de sospechas sobre siniestros vínculos entre Montoneros y el Servicio de Información del Ejército (SIE) y del Estado (SIDE). Tal como después ocurriría en Italia con las marxistas Brigadas Rojas que, manipuladas por los Servicios Secretos del Estado, como se demostró judicialmente, en 1978 secuestraron y asesinaron al dirigente demócrata cristiano Aldo Moro. Otro político que al igual que Aramburu interfería en los planes de ciertas esferas de poder. Moro fue secuestrado cuando se dirigía al Parlamento para proponer un gobierno de coalición entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Aramburu, cuando pretendía normalizar la vida política argentina con un "peronismo sin Perón".
Desde hace ya muchos años, están suficientemente probadas (no judicialmente, por supuesto, pues nunca se llegó a esa instancia), las conexiones de los fundadores de Montoneros (todos ellos de una extrema derecha ultracatólica y ultranacionalista) con los servicios militares de información. Como botón de muestra, basta citar el caso del capitán del Ejército Montonero, Rodolfo Galimberti, reclutado cuando era adolescente por el padre de su novia y futura esposa Mónica Trimarco, cuando estaba destinado en el SIE con el grado de coronel. La vinculación de Galimberti con el mundo de los Servicios nunca se interrumpió, y acabó su aventurera y corrompida vida de bacanales y cocaína fundando sociedades comerciales y empresas de seguridad privada con ex agentes de la CIA que habían operado en Centroamérica, y con oficiales de la ESMA como el capitán de navío “Tigre” Acosta.
Asimismo, Mario Eduardo Firmenich, que llegaría a ser el comandante del Ejército Montonero y Secretario General del Partido Montonero, siempre mantuvo contactos con los Servicios militares, y cuando se produjo el Golpe Militar de marzo de 1976, abandonó sin problemas el país con la suma entonces extraordinaria de 80.000.000 de dólares acumulados por decenas de secuestros. También huyeron con él, dejando abandonados a su suerte a miles de militantes "perejiles" que fueron ejecutados en los "vuelos de la muerte", el comandante Cirilo Perdía y el sub comandante Fernando Vaca Narvaja.
Lo que haremos en esta nota, será mostrar a los lectores el impacto que el caso Aramburu tuvo en la vida política de la República Argentina en sus explosivas décadas del sesenta-setenta “graficándolos” (como se dice ahora, masacrando la hermosa y milenaria lengua castellana), con su repercusión en la prensa de la época. Para ello reproduciremos las primeras planas de algunos diarios, fundamentalmente de Clarín, que ha escaneado todas las suyas desde su fundación.
Comunicado Nº 1 de Montoneros
"Hoy, 29 de mayo, a las 9.30 horas, nuestro Comando procedió a la detención de PEDRO EUGENIO ARAMBURU, en cumplimiento de una orden emanada de nuestra conducción, a los fines de someterlo a JUICIO REVOLUCIONARIO.
Sobre Pedro Eugenio Aramburu pesan 108 cargos de TRAIDOR A LA PATRIA Y AL PUEBLO Y DE ASESINO DE 27 ARGENTINOS.
Oportunamente se darán a conocer las alternativas del juicio y la sentencia dictada".
Comunicado Nº 3 de Montoneros
El Tribunal Revolucionario, Resuelve:
1º. Condenar a Pedro Eugenio Aramburu a ser pasado por las armas en lugar y fecha a determinar.
2º. Hacer conocer oportunamente la documentación que fundamenta la resolución de este Tribunal.
3º. Dar cristiana sepultura a los restos del acusado, que solo serán restituidos a sus familiares cuando al Pueblo Argentino le sean devueltos los restos de su querida compañera Evita.
¡PERÓN O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA!
M O N T O N E R O S
Clarin, 30 de mayo de 1970, Clic para ampliar en todas las portadas de Clarín.
El Litoral, 30 de mayo de 1970
Clarín, 31 de mayo de 1970
Comunicado Nº 4 de Montoneros
Clarín, 1 de junio de 1970
Clarín, 2 de junio de 1970
Clarín, 3 de junio de 1970
Clarín, 4 de junio de 1970
Clarín, 5 de junio de 1970
Clarín, 6 de junio de 1970
Clarín, 7 de junio de 1970
Clarín, 9 de junio de 1970
Clarín, 12 de junio de 1970
Clarín, 14 de junio de 1970
Clarín, 18 de junio de 1970
Clarín, 9 de julio de 1970
Secuestradores de Aramburu. Afiche pidiendo colaboración ciudadana para capturarlos
Clarín, 10 de julio de 1970
Clarín, 11 de julio de 1970
Clarín, 12 de julio de 1970
Clarín, 13 de julio de 1970
Clarín. 17 de julio de 1970
Crónica, 17 de julio de 1970
El Litoral, 17 de julio de 1970
Clarín, 18 de julio de 1970
Clarín, 19 de julio de 1970
Clarín, 20 de julio de 1970
Clarín, 31 de julio de 1970
La localidad de Garín fue copada por las marxistas FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) que en 1973 se fusionarían con Montoneros.
El Litoral, 17 de julio de 1970
Nota de Clarín sobre el relato de Firmenich y Arrostito
A 40 años del asesinato: relato secreto de la confesión por el crimen de Aramburu
30/05/10 - 01:04
Años después de participar del operativo, dos líderes Montoneros revelaron cómo lo hicieron. Uno de los periodistas que los entrevistó cuenta, por primera vez, los entretelones. Un texto estremecedor.
Desde su publicación en la edición del semanario La Causa Peronista del 3 de septiembre de 1974, el artículo de seis páginas que incluye el relato de Norma Arrostito y Mario Eduardo Firmenich sobre cómo, entre el 29 de mayo y 2 de junio de 1970, secuestraron, enjuiciaron y mataron al teniente general Pedro Eugenio Aramburu, es uno de los textos periodísticos más comentados, citados y desmenuzados hasta la fecha. Quedó registrado como la primera vez en la historia que un personaje político, Firmenich, relata con detalles cómo mató a alguien. A ello se sumó un halo de misterio: hasta hoy nunca se informó por qué se hizo el reportaje, dónde, cómo ni quiénes lo hicieron, escribieron y editaron.
Se cumplen 40 años de lo que pasó a ser llamado “el Aramburazo”, acción con la que Montoneros se presentó en sociedad, definió su identidad, adquirió liderazgo y contribuyó a acentuar la crisis del gobierno militar encabezado entonces por el general Juan Carlos Onganía, quien apenas 16 días después de conocida la muerte de Aramburu fue reemplazado por el general Roberto Levingston.
El 29 de mayo no fue una fecha elegida por Montoneros al azar: se festeja la creación del Ejército Argentino, en 1810, que ahora también ha cumplido 200 años. En 1970 se le agregaba una celebración paralela y opuesta: la revuelta, un año antes en Córdoba, de obreros y estudiantes contra el gobierno militar, el Cordobazo.
En la polarización que ha caracterizado la historia argentina, Aramburu resumía lo que un lado amaba o había amado y lo que el otro, proscripto, odiaba. Era un símbolo. La acción de Montoneros, creó un símbolo opuesto. Mitos de un país que recién a partir de 1983, al concluir el Proceso de Reorganización Nacional iniciado en 1976 por Jorge Rafael Videla, pudo empezar a reflexionar sobre su historia de venganzas y cadáveres robados. Montoneros se había propuesto negociar el cadáver de Aramburu a cambio del de Eva Perón, cuya desaparición y entierro en un lugar secreto en Italia había sido realizada cuando Aramburu asumió la conducción de la Revolución Libertadora, que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955 y proscribió al peronismo hasta el 11 de marzo de 1973. La intención de Montoneros de mantener oculto el cuerpo en una estancia de la provincia de Buenos Aires, fracasó.
Aramburu había firmado el decreto que dispuso el fusilamiento de militares leales al gobierno peronista en junio de 1956, encabezado por el general Juan José Valle, mientras que en el mismo año, civiles fueron fusilados en Lanús y José León Suárez. Con el Aramburazo, Montoneros -que habían bautizado a su “operación” con el nombre de Pindapoy- también reivindicaron a aquellos muertos ejerciendo “la justicia revolucionaria”, según explicaron en su momento, sugirieron en una carta a Perón el 9 de febrero de 1971 y reiteraron en La Causa Peronista.
Aquella carta a Perón destacó un objetivo que en la primera parte del artículo de La Causa Peronista aparece en tercer lugar: desbaratar un supuesto plan de Aramburu para derrocar a Onganía e instalar un gobierno que integrase a sectores del peronismo. La versión de que ese plan contaba con el consentimiento de Perón, era de tal envergadura que en la carta Montoneros le transmite la preocupación de si “con este hecho estropeamos sus planes políticos inmediatos”. Es por esto mismo que surgió y subsistió la duda sobre si Montoneros no habría sido, en realidad, un grupo vinculado o apoyado por el gobierno de Onganía, que conocía el plan de Aramburu.
Firmenich reía y sonreía. Era un tipo que equilibraba su poco atractivo físico con simpatía, la risa fácil y un agudo sentido del humor. Pero se ponía grave y meditaba cuando las preguntas exigían detalles. ¿Quién lo mató? ¿Cómo lo hizo? Los periodistas preguntan, no obtienen inmediatamente lo que quieren, pasan a otra cosa, dan un rodeo, vuelven a la pregunta. ¿Qué dijo, qué hizo Aramburu cuando le informaron que iban a matarlo? ¿Cómo lo enterraron?
“Un texto verdaderamente extraordinario en la historia de la violencia política, tan extraordinario que hoy resulta poco menos que increíble (¿esto verdaderamente sucedió y pudo ser contado así?)”, escribió Beatriz Sarlo en “La Pasión y la Excepción”.
La tapa con fondo anaranjado de ese que fue el último número de La Causa Peronista y de cualquier otra publicación masiva vinculada a Montoneros -la semana anterior había sido clausurado el diario Noticias-, fue contundente en su sencillez. “COMO MURIO ARAMBURU”, anunció el titular en grandes letras blancas, cada palabra en una línea, que ocupaban la mitad inferior de la página. En la parte superior, en caracteres más pequeños, se leía la primera parte de la frase: “Mario Firmenich y Norma Arrostito cuentan”. Y por encima de esta, aún más pequeño, “7 de setiembre Día del MONTONERO”. En un costado, como si fuese una “pintada”, el clásico signo de la P dentro de la V, que si durante los 17 años de su exilio significaba Perón Vuelve, después de su muerte la Juventud Peronista y Montoneros había transformado en Vive.
El artículo está al final de la edición y lo antecede una página en la que se reproduce un texto de Eva Perón que expresa su temor por “la oligarquía que pueda estar dentro de nosotros” y concluye: “por eso los peronistas debemos tratar de ser soldados para matar y aplastar a esa oligarquía donde quiera que nazca”. Una declaración de guerra que, en la mentalidad de Montoneros, era contra Isabel Martínez y López Rega. Hacia septiembre de ese año, ya eran más de 200 las personas que había matado la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).
El artículo no empieza con el relato sino con un texto de una página en el que se reiteran los tres objetivos del Aramburazo. Es en dos columnas de la página siguiente que comienza el relato de Firmenich y Arrostito; el resto de la página y la siguiente lo ocupa la carta de Montoneros a Perón. El relato continúa en las dos páginas posteriores junto a la respuesta de Perón, fechada 20 de febrero de 1971, quien responde a cada uno de los puntos pero les recuerda que todos las formas de lucha son necesarias, no sólo la armada.
El relato sigue en la página 30, donde también está el comunicado número 3 con el que el 31 de mayo Montoneros anuncia que “el Tribunal Revolucionario” resolvió matar a Aramburu “en lugar y fecha a determinar; hacer conocer oportunamente la documentación que fundamenta la resolución de este tribunal; dar cristiana sepultura a los restos del acusado, que sólo serán restituidos a sus familiares cuando al Pueblo Argentino le sean devueltos los restos de su querida compañera Evita”.
El relato de Firmenich, en cambio, dice que fue en la noche del 1 de junio cuando le anunciaron a Aramburu “que el Tribunal iba a deliberar” y que la sentencia le fue comunicada a la madrugada siguiente por Fernando Abal Medina, jefe del grupo. En la última página del artículo, un recuadro responde a las sospechas de la vinculación de Montoneros con Onganía y explica que la documentación que iba a ser dada a conocer “oportunamente”, no existía más. Como consecuencia de las bajas sufridas, el encuentro del cadáver de Aramburu y “para evitar una nueva derrota… Firmenich tomó una decisión tremenda”. Quemó todas las cintas del juicio a Aramburu “porque no tenía ni siquiera un lugar para esconderlas”.
La entrevista con Firmenich llevó dos tardes, cada vez cinco periodistas encerrados con él en la casa de Dardo Cabo, militante peronista y periodista que había adquirido notoriedad junto con su mujer, María Cristina Verrier, cuando secuestraron un avión y aterrizaron en las islas Malvinas para reafirmar simbólicamente la soberanía sobre ellas. Le costó cuatro años de cárcel. Había trabajado en Diario Crónica, de Ricardo García, y en Extra, de Bernardo Neustadt, antes de figurar como director del semanario El Descamisado. El organizador y director real de esa publicación, que llegó a tener picos de venta de 170 mil ejemplares semanales, fue el autor de este artículo. A El Descamisado lo reemplazaron El Peronista, primero, y luego La Causa Peronista.
Perón ya había muerto, el 1 de julio, gobernaban Isabel Martínez y José López Rega, el camino de Montoneros iba siendo cerrado y autocerrado. La decisión de relatar “Cómo murió Aramburu” fue el adiós a la existencia legal de esa organización. La revista fue clausurada y Montoneros anunció que pasaba a la clandestinidad y retomaba el camino de las armas.
Norma Arrostito no reía, a veces sonreía suavemente, y emanaba una tristeza difícil de ignorar. Fue entrevistada por separado, en un bar muy porteño que estaba en la calle Lima. Su cara era muy distinta a la de las fotos que la hicieron famosa poco después del Aramburazo, cuando todos sus autores fueron identificados menos uno, que en el reportaje siempre fue mencionado como “el otro compañero”, y murieron en enfrentamientos con la policía y el ejército. Sólo Firmenich, ella y “el otro” sobrevivieron hasta el momento del reportaje. Ahora sólo él, quizás también el anónimo. Arrostito figura entre las desaparecidas. Fue vista por última vez en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde “pasaba horas memorizando el Romancero Gitano”, de Federico García Lorca, según relató Pilar Calveiro en “Poder y Desaparición”.
Con tono monocorde y bajo, ella respondía con detalles minuciosos a preguntas sobre los cinco meses de planificación del secuestro y el día de su realización, hasta el momento en que se quedó en la ciudad y Fernando Abal Medina, que era su pareja, “el otro”, Carlos Ramus, Firmenich y Aramburu emprendieron el viaje hacia la estancia La Celma, de la familia Ramus, en Timote. Según el relato de ambos, ella allí nunca estuvo.
El reportaje fue el punto culminante de un desacierto y la antesala de muchos más. Desde la óptica periodística, era el relato que cualquier medio habría querido tener y que ningún periodista podría haber desechado. La confluencia entre ambas perspectivas hizo posible un texto que resulta aún hoy escalofriante.
El relato recorre una secuencia temporal lineal que va desde el momento en que los 12 que integraban una organización aún anónima decidieron secuestrar a Aramburu, hasta que lo mataron y enterraron. Cuando Firmenich llegó al momento de contar que en la madrugada del 2 de junio Abal Medina le comunicó a Aramburu “General, el Tribunal lo ha sentenciado a la pena de muerte”, la entrevista alcanzó su máxima tensión, que el texto escrito no evidencia. Fue deliberada la elección de un estilo de redacción en el que sólo hablasen los entrevistados, sin interrupciones, interpretaciones ni comentarios por parte de los autores del reportaje. Cualquier agregado era innecesario o incluso negativo desde la óptica de su impacto y credibilidad.
El trabajo de los periodistas consistía en ceñirse a reproducir de un modo fluido las palabras de Firmenich y Arrostito. Pero llegado ese momento, en la habitación en la que transcurrió el reportaje, aquellas tardes de fines de agosto, la tensión resultó incómoda. Resulta revulsivo escuchar los detalles de cómo alguien mata a otra persona y qué hace con su cadáver. Quizás por eso, el relato tiene huecos.
Firmenich no estaba cuando Abal Medina mató a Aramburu en el sótano de la casa. “Para él, el jefe debía asumir la mayor responsabilidad. A mí me mandó arriba a golpear sobre una morsa con una llave, para disimular el ruido de los disparos” (Ver Página 35). Temían que el cuidador del casco de la estancia, el Vasco Acébal, cuya casa estaba cerca, escuchase. No se sabe si Abal Medina estuvo a solas con Aramburu o si estaba “el otro” cuando bajaron al sótano. “Le pusimos un pañuelo en la boca y lo colocamos contra la pared”. ¿Por qué un pañuelo en la boca? Cuando le anunciaron que “el Tribunal iba a deliberar” dejaron de hablarle y “lo atamos en una cama. Preguntó por qué. Le dijimos que no se preocupara”. El relato publicado no explica por qué, pero Firmenich lo explicó: Aramburu ya habría entendido cuál era su destino y ellos temían que intentase suicidarse o escapar.Luego relató el momento culminante:
“General -dijo Fernando- vamos a proceder”.
“Proceda”-, dijo Aramburu.
“Fernando (Abal Medina) disparó la pistola 9 milímetros al pecho, Después hubo dos tiros de gracia, con la misma arma y uno con una 45. Fernando lo tapó con una manta...” Con la publicación del relato, Montoneros secuestró y mató a Aramburu una vez más.
¿Por qué y para qué? En aquel momento la explicación la tenía sólo la conducción de esa organización, que estableció un paralelo entre circunstancias disímiles: septiembre de 1974 no era mayo de 1970. En cuatro había cambiado todo.
El 1 de mayo de 1974 se había llegado a un momento definitorio del enfrentamiento con Perón: este echó de Plaza de Mayo a la Juventud Peronista y Montoneros, o estos decidieron irse, según quien interprete el hecho. Pocos días después, en una charla informal en la redacción, Firmenich dijo: “no importa, en tres meses tomamos el poder”. El 1 de julio murió Perón, asumió Isabel Martínez, la acción de la Alianza Anticomunista Argentina aumentó y la violencia entre sectores del peronismo, también. Unos meses después de aquella charla informal y en el mismo lugar, Firmenich opinó: “esta etapa ha terminado, ahora queda la acción militar”. Contar el Aramburazo era decir “esto somos nosotros”, volver al origen.
¿Por qué y para qué? En aquel momento la explicación la tenía sólo la conducción de esa organización, que estableció un paralelo entre circunstancias disímiles: septiembre de 1974 no era mayo de 1970. En cuatro había cambiado todo.
El 1 de mayo de 1974 se había llegado a un momento definitorio del enfrentamiento con Perón: este echó de Plaza de Mayo a la Juventud Peronista y Montoneros, o estos decidieron irse, según quien interprete el hecho. Pocos días después, en una charla informal en la redacción, Firmenich dijo: “no importa, en tres meses tomamos el poder”. El 1 de julio murió Perón, asumió Isabel Martínez, la acción de la Alianza Anticomunista Argentina aumentó y la violencia entre sectores del peronismo, también. Unos meses después de aquella charla informal y en el mismo lugar, Firmenich opinó: “esta etapa ha terminado, ahora queda la acción militar”. Contar el Aramburazo era decir “esto somos nosotros”, volver al origen.
La redacción no era ajena a lo que pasaba. Debía reflejarlo semanalmente. Las últimas tapas de El Peronista habían sido elocuentes. “General: el peronismo no está de acuerdo, por eso 60.000 compañeros abandonaron la plaza”, tituló la edición del 4 de mayo. Clausurada esa revista, el número 1 de La Causa Peronista fue de luto: “Murió nuestro Líder… LOS PERONISTAS QUEDAMOS SOLOS”. En la edición número 9, la última, llegó “Cómo murió Aramburu”.
Ya antes de la muerte de Perón, Enrique Jarito Walker, jefe de redacción de las tres revistas y extraordinario periodista, había empezado a querer hacer la nota sobre el Aramburazo. Su razonamiento era que iban a cerrar La Causa Peronista y que era mejor que lo hicieran por haber publicado esa nota. Eran consideraciones periodísticas internas y autónomas en las que participan Juan José Yaya Ascone, secretario de redacción, y el periodista Jorge Lewinger, que ejercía un rol político en nombre de la conducción de Montoneros, y el autor de este artículo. Cuando los argumentos resultaron convincentes, Lewinger trasladó la idea a Firmenich.
Fueron esos cuatro periodistas más Dardo Cabo quienes condujeron el reportaje a Firmenich, en la casa de Dardo. A Arrostito la entrevistaron Ascone y quien escribe. La redacción del conjunto del artículo fue compleja y es difícil precisar qué hizo quién, salvo lo que el autor de esta nota sabe que escribió: el relato de Arrostito y Firmenich y la primera parte de la nota de apertura. El conjunto fue editado por Lewinger.
De las entrevistas a ambos quedan pormenores y detalles que no fueron publicados y que las limitaciones de espacio y análisis de un artículo periodístico dificultan agotar. Estarán contenidos en un libro del autor que la editorial Sudamericana publicará dentro de algunos meses y cuyo eje conductor son los 61 ejemplares que sumaron en total El Descamisado, El Peronista y La Causa Peronista. 61 semanas que fueron el preludio de los años más violentos y trágicos de nuestro 900.
Con el Aramburazo, Montoneros, queriéndolo o no, fundó un mito. Con el relato sobre el Aramburazo, quisieron retomarlo.
Ascone y Walker fueron desaparecidos-muertos en 1976. Cabo fusilado en un hecho que presentaron como un intento de evasión.Lewinger y yo nos exiliamos.
"NOTICIAS DE LA GUERRA que hoy continùa"...OPERACIÒN PINDAPOY---Secuestrado y asesinado por el terrorismo: ARAMBURU PEDRO EUGENIO---Por La Verdad Històrica...Por La Victoria Final...Para que nadie te mienta...Comentado, titulado y publicado por Miguel...
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