6 de dicimbre 1977. Juan Barrios. Así mataba el terrorismo en Argentina
Clotildo
Isaac Barrios es el padre de Juan Eduardo Barrios. Apuesto a que usted no los
conoce. Clotildo Barrios, cuenta su tragedia… una entre otras miles de
tragedias argentinas
Su
hijo, Juan Eduardo Barrios, a los 3 años de edad fue asesinado por miembros de
la agrupación terrorista Montoneros. Ocurrió un 6 de diciembre de 1977. Ese
día, cerca del mediodía, Rubén Mórtola (el vasco), y su esposa, Estela Inés
Oesterheld (marcela), llegaron hasta el Banco Provincia de Monte Chingolo a
ejecutar a un policía: Herculiano Ojeda. Pasan con el auto frente al banco,
balean a Ojeda, que queda agonizando en la vereda. Rubén Mórtola detiene el
auto. Estela Oesterheld baja con una bolsa con nafta. Rocía con nafta a Ojeda,
que agoniza en la vereda, y lo quema vivo. Estela Inés Oesterheld tiene 25 años
y es hija del creador de El Eternauta, sube al auto, pero antes de darse a la
fuga, su sangre asesina le empuja un zarpazo final. Saca la ametralladora por
la ventanilla y tira una ráfaga furiosa de balas.
Juan
Eduardo Barrios sale del banco con su mamá. Han ido a pagar la cuenta de luz, y
caminan hacia el quiosco a comprar un helado. No llegan, porque una bala le
atraviesa el intestino a Juan, y otras balas hieren a varias personas. Los
médicos del hospital de Lanús fueron a buscar a la fábrica a Clotildo Barrios,
por entonces, un joven operario metalúrgico… deben darle la noticia trágica:
Han asesinado a su hijo de 3 años. Nunca los Barrios se sobrepusieron al dolor.
Clotildo lo cuenta sin pompa esta noche en Buenos Aires, y las lágrimas le
brotan a mares, y se hacen océano
“Ay!!”
fue lo único dijo Juan Barrios en brazos de su mamá cuando una bala “revolucionaria”
le perforó los intestinos. Juan Barrios nunca supo de revoluciones ni de
terroristas… solo del amor de sus padres quefueron a pagar una cuenta al banco.
“Nunca
nadie nos llamó”, susurra Clotildo Barrios entre lágrimas. “…a mí se fueron las
ganas de todo. No quería levantarme a las 5 de la mañana para ir a trabajar, no
le encontraba sentido a nada...” Todo esto dice Clotildo Barrios, de éste lado
del océano y con la voz quebrada de dolor.
Rubén
Mórtola y Estela Oesterheld cayeron en combate en 1.977. Sus cuerpos fueron
entregados a sus familias, y Martín, el hijo de ambos, fue entregado a su
abuela. Así y todo, sus nombres están en el Parque de la Memoria mintiéndolos desaparecidos,
y homenajeando la barbarie asesina de ambos.
Clotildo
Barrios, solo, sigue luchando contra esos enormes “molinos del miento”.
Cada
vez que olvidamos a las Víctimas del terrorismo de Argentina… las volvemos a
matar.
Un perito acusa a política de derechos humanos del gobierno
YO ACUSO: ASESINATO EN NOMBRE DE LOS DERECHOS HUMANOS- OTRA VÍCTIMA- GRAL IBERICO SAINT JEAN
Por Dr. Mariano N. Castex (*)
(*) Perito médico y psiquiatra en Causa 2955/09 NUEVA EVALUACION PSICOFISICA Ciudadano Ibérico Manuel SAINT JEAN.
Artículo publicado en EL CRONISTA de la ciudad de Chascomús.
Por Dr. Mariano N. Castex (*)
Porque
creo en los derechos humanos para todos, es que escribo estas líneas.
De documentación oficial que puede solicitarse en El Cronista y que no
se ha podido incluir por razones de espacio, surge la prueba
indiscutible de que en mi patria, en nombre de tales principios,
prostituyéndolos, un grupúsculo que ha tomado posesión de algunos
tribunales “especiales” administra venganza y no justicia.
Todos
aquellos que creemos en las libertades individuales y que fuimos
víctimas del gobierno de 1976 no estamos con lo primero, si no con lo
segundo.
Queremos
que se condene a los violentos, sin discriminación alguna. Queremos que
actúe una justicia que no discrimine porque si esto acaece como en
efecto ocurre, es el fin de una Justicia con letra grande y el óbito de
una real democracia. Argentina hoy más que nunca clama por paz,
concordia y diálogo. Hace escasas semanas un ex gobernador del gobierno
militar, nonagenario, vio revocada su prisión domiciliar y trasladado a
una cárcel común, luego de una farsa vergonzosa. Hasta se le tomó
indagatoria estando en unidad de atención intensiva. La consecuencia fue
su óbito. Una muerte anunciada por los forenses independientes, un
homicidio silenciado por quienes manipulan sin pudor alguno la tragedia
argentina de la década del setenta. Ibérico Sain Jean fue asesinado in
obliquo por el Tribunal Oral Federal de La Plata.
El
informe anexo que está en la redacción de este diario, fue presentado
en 2011 y además de coincidir con todos los forenses que participaron de
la Junta, reiteró otros dictámenes previos por otros profesionales de
igual categoría, juntas todas de las que se participó quien estas líneas
firma. Quien esto escribe, preso en los finales de la década del
proceso militar, a lo largo de casi dos años, experiencia claramente
referida en las páginas del ensayo El País del Minotauro, no es posible
silenciar esta reciente aberración acaecida en nuestra “democracia” ante
la “Historia”, ya que esta va a reclamar algún día la verdad de cómo se
manipulan los derechos humanos en nombre de la Venganza, pisoteando así
a la Justicia. El Tribunal hizo caso omiso de la prevención, designó a
dedo a “especialistas” que “convenían” basureó a los forenses oficiales
–hasta los denunció ante la Corte Suprema de la Nación, y dió la razón a
una especialista en epilepsia (una suerte de Madame Kollontai
contemporánea), maltrató a un anciano indefenso, revocó la prisión
domiciliaria y lo sepultó en la cárcel de Marcos Paz. En pocas palabras
lo llevó, “carente de la capacidad para estar en juicio” a un cadalso,
sabiendo cual era la situación del geronte. Se justifica esta nota
porque testigos que hablen quedan muy pocos, ya que reina el miedo y en
el futuro los archivos y la escasa prensa independiente que queda deberá
hablar. Aún cuando no estemos de acuerdo en muchas cosas, respeto las
ideas y me dejaría matar por los derechos humanos, ya que fuí víctima de
su violación en tiempos del proceso militar. Pero los derechos son para
todos sin distinción y por ellos desde uno y otro bando pelearon no
pocos en la década aquella. Ibérico S. Jean era un caballero, un soldado
en una guerra que él no declaró y un pensador que no vaciló en
enfrentar al presidente Lanusse, yendo al retiro, por defender la ley.
Endosarle gratuitamente crímenes aberrantes que acaecieron en esa época
en jurisdicciones en las que no tenía responsabilidad alguna, mientras
se mira para otro lado ante otros asesinatos causados por la guerrilla,
no deja de ser fruto de la ignorancia y de una perversa arbitrariedad,
ya que era archisabido que el ejecutivo provincial no tenía jurisdicción
alguna sobre la lucha contra la insurgencia –potestad reservada en
forma exclusiva al Ejecutivo Nacional-.
Que
su muerte y otras muchas de las que no se habla por temor, sea un
llamado de atención para que de una vez por todas cese el carnaval
instaurado por la venganza y que la Justicia vuelva a brillar en el
suelo argentino que clama por PAZ, así, en letras grandes. Pienso que
algún día lograremos esa paz y entonces exista un único monumento que
conmemore a todos aquellos que desde los más diversos ángulos lucharon y
murieron por sus ideas en pro de una Argentina mejor y más justa.
Artículo publicado en EL CRONISTA de la ciudad de Chascomús.
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