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lunes, 12 de noviembre de 2012

"BASTARDOS SIN GLORIA"..."NOTICIAS DE LA GUERRA... LA SOMBRA DEL TRAIDOR"...Ataque con bomba vietnamita en el comedor de la policía Federal...


La voladura de la Superintendencia de la Policía Federal

Creado por AlmenA

Por  Guillermo Calvo

El 2 de julio de 1976, poco después del mediodía, José María Salgado ingresó sin inconvenientes al edificio de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal Argentina (Moreno 1417), llevando en sus manos un portafolios que contenía el artefacto explosivo que le habían entregado, momentos antes, Rodolfo Walsh, alias Esteban, jefe de Inteligencia, y Marcelo Daniel Kurlat, alias Monra, comandante de la Columna Norte de Montoneros.

Hacía unos días que Salgado, ex suboficial policial y militante montonero (nombres de guerra Daniel, Pepe y Sergio) había sido dado de baja. Sin embargo, conservó su identificación a pedido de la cúpula da la “orga” para poder concretar el atentado, y esto le permitió desplazarse con facilidad en las instalaciones federales.

Desde varios meses atrás Salgado había estado pasando informes  -domicilios, horarios, datos familiares de los miembros de la Policía Federal, etc.- a la central de inteligencia montonera que estaba bajo la dirección de Rodolfo Jorge Walsh y Horacio Verbitsky. Este organismo tenía como función principal obtener y procesar la información con el objetivo de prevenir, mediante la contrainteligencia, las acciones de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, y a la vez designar los objetivos que debían atacar los militantes montoneros. En otras palabras, decidían a quiénes debían asesinar los terroristas de la organización.

Minutos después de las 13, el terrorista colocó la bomba sobre una silla del comedor de la Superintendencia, ocultándola debajo de un mantel. A continuación pidió dos almuerzos, ingirió el primero y se retiró rápidamente. Siete minutos después estalló la bomba. La explosión de los 9 kilos de trotyl causó un enorme daño, potenciando sus efectos porque la deflagración se produjo en un lugar cerrado, lo que impidió que la energía generada saliera, concentrándose toda en el recinto. Esto produjo la muerte de muchos de los concurrentes por las terribles quemaduras que sufrieron. Pero, además, otros murieron por el impacto de las miles de bolas de acero proyectadas en todas direcciones. Con total frialdad, Salgado esperó tranquilamente en un bar cercano al edificio hasta que escuchó la explosión, para luego reunirse con su responsable, Rodolfo Walsh, e informar sobre el “éxito” de la operación. El estallido de la mina vietnamita generó la muerte inmediata de muchos de los agentes, otros fallecieron tras varios días de agonía por las terribles heridas sufridas. Los asesinados fueron: los oficiales ayudantes Alejandro Castro y Héctor Castro; el supernumerario Ramón Arias; los cabos primeros Ernesto Agustín Suani y Carlos Shand; los cabos Elba Hilda Gazpio, Genaro Bartolomé Rodríguez y Vicente Iore; los sargentos Juan Paulik, Rafael Modesto Muñoz, Bernardo Roberto Tapia, María Esther Pérez Couto, Bernardo José Zapi, Adolfo Chiriano, Marta Olga Pérez de Bravo y Romualdo Rodríguez (R); el suboficial auxiliar David Di Nuncio; los agentes José Roberto Iacobello, Juan Carlos Blanco, Ernesto Alberto Martinzo y Alicia Esther Lunati, y la señora Josefina Cepeda. En total fueron 24 los muertos. Además, padecieron graves heridas 66 personas más.

El lugar elegido para la acción terrorista no había sido seleccionado al azar. Si bien los informes brindados por el servicio de inteligencia montonero indicaban que al comedor no concurrían oficiales de la fuerza de alta graduación, y que con frecuencia asistían familiares de los uniformados, se decidió concretar el ataque. El atentado fue preparado con el fin de producir la mayor cantidad de muertes posibles, por ello se eligió un artefacto especial. Se trataba de una mina tipo vietnamita o claymore. Consistía en 9 kilos de trotyl recubiertos con 5 kilos de bolas de acero. Al estallar el explosivo mediante un mecanismo de relojería, las bolas de acero se proyectarían en todas direcciones acribillando a los concurrentes mientras almorzaban. Al causar una gran cantidad de muertos se cumpliría el objetivo central de la operación: Aterrorizar a los integrantes de la fuerza, paralizarlos por el terror que semejante masacre generaría. La Policía Federal y la de la Provincia de Buenos Aires eran dos de los principales obstáculos para que las organizaciones subversivas concretaran sus planes de convertir a la Argentina en una nueva Cuba. Esto lo habían expresado los propios integrantes del Consejo Nacional de Montoneros en un documento elaborado en abril de 1976, pocos meses antes del ataque a la Superintendencia. Allí sostenían: “Suponíamos que el enemigo golpearía fundamentalmente por la multiplicación de su capacidad policial, ya que no tenía posibilidad de combatirnos según los principios clásicos de la guerra general, suponíamos que la táctica principal estaría en el control de la población, pinzas de automotores, de peatones, etc. y fundamentalmente el rastrillo. Estas tácticas ya eran utilizadas por la policía, pero sumado el poder del aparato militar de las FFAA a la capacidad policial, se multiplicaría enormemente…. Mientras, golpeábamos a las fuerzas policiales para limpiar el territorio. Esto último se debía a la apreciación que las Fuerzas Policiales son las verdaderas avanzadas de las Fuerzas Armadas. En el territorio, son quienes están insertadas en los barrios populares, quienes tienen el mayor conocimiento táctico y político del territorio en el que nos movemos ….” El documento llevaba la firma de los comandantes Firmenich, Perdía, Yaguer y Mendizábal.

También se quería demostrar la vulnerabilidad e impotencia del gobierno y las fuerzas de seguridad frente a la guerrilla, ya que el comedor de la Superintendencia se encontraba a pocos metros del Departamento Central de la Policía Federal. A su vez, el atentado serviría para levantar la moral de los guerrilleros, en declive por los constantes golpes sufridos a manos de los efectivos nacionales. Se trataba, entonces, de una operación que intentaría causar un daño mayúsculo para producir el mayor impacto posible en la fuerza y en la opinión pública, y provocar lo que este tipo de organizaciones armadas busca: El terror. Según los cálculos de la “orga”, el temor que se desataría en la Policía Federal la obligaría a replegarse y los policías se atrincherarían en las comisarías, dejando las calles a los montoneros que podrían entonces operar con impunidad. No en vano el 60% de las víctimas del terrorismo en la Argentina fueron miembros de las policías locales.

Los diarios de la época se hicieron eco del atentado. El 3 de julio La Nación informaba: Estalló una bomba en una dependencia de la policía. El artefacto, que fue colocado en un salón comedor, causó muchas víctimas. Información oficial: 18 muertos y 66 heridos. La diferencia entre la información del diario y la cantidad de fallecidos mencionada se debe a que 18 fueron las personas que murieron en el momento de la explosión o a los pocos minutos, sumándose los días siguientes los que fallecieron a causa de las heridas.

La operación, sin embargo, lejos de producir el efecto esperado por Montoneros, generó la reacción contraria. La Policía Federal cerró sus filas redoblando sus esfuerzos para terminar con la organización terrorista, siendo fundamental su papel para poner fin a sus acciones, contribuyendo junto con las policías locales, especialmente la de la Provincia de Buenos Aires, a la destrucción de las bandas castro–guevaristas que asolaban a nuestra Patria.

Inmediatamente de producido el atentado se abrió una causa judicial contra los responsables. Sin embargo, en diciembre de 2006, la jueza federal María Romilda Servini de Cubría sobreseyó a todos los terroristas implicados en el ataque. En la causa actuó como fiscal Jorge Alvarez Berlanda, para quien el asesinato del general chileno Carlos Prats y de su esposa en Buenos Aires era un crimen imprescriptible; sin embargo, no pensaba lo mismo del que produjo 24 muertos y 66 heridos en el comedor de la Superintendencia. Nada extraño, dada la creciente benevolencia de la justicia federal respecto de los terroristas. Ninguna Madre de Plaza de Mayo reclamó por los derechos humanos de las víctimas y ningún juez se ha atrevido a declarar como delito de lesa humanidad a uno de los peores atentados que sufrió la sociedad argentina. Los caídos permanecerán en la memoria, en el recuerdo y en los corazones agradecidos de todos aquellos que aún hoy valoramos el sacrificio de tantos hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas por la Argentina, agredida por el ataque combinado de naciones extranjeras (URSS, Cuba, Chile, Nicaragua) y el terrorismo marxista.

Declaraciones del jefe montonero Horacio Mendizábal a la revista española Cambio 16

“La colocación de la potente bomba que destrozó el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, ofrece características similares a la Operación Cardozo, [se refiere al asesinato del general Cesáreo Cardozo, perpetrado por una militante montonera, Ana María González, amiga de la hija de la víctima, que colocó una bomba debajo de su cama] aunque el explosivo era sensiblemente mayor. Nueve kilos de trotyl y cinco kilos de bolas de acero, accionadas por un dispositivo de relojería, introducido en el edificio por un compañero que estaba infiltrado y que había realizado días atrás una prueba con un paquete similar, pero inofensivo. Cuando vimos que todo andaba bien se lanzó la operación que también sirvió para demostrar la alta moral y serenidad de nuestros combatientes, porque el compañero accionó el dispositivo luego de terminar su almuerzo en el propio lugar que luego volaría, y se retiró para ello con 7 minutos de anticipación.”

Apuntes para la biografía de un asesino terrorista: Rodolfo Jorge Walsh

Rodolfo Jorge Walsh, nombres de guerra Esteban, Profesor Neurus o El Capitán, nació en 1927 en la isla de Choele Choel, provincia de Río Negro. Tras el triunfo de la revolución cubana se trasladó a la isla donde fue fundador de la agencia Prensa Latina, brazo mediático creado por Fidel Castro para expandir la ideología marxista en el continente. En Cuba se desempeñó como jefe de los Servicios Especiales de la agencia, entrenándose especialmente para desempeñar actividades de inteligencia. Ya como agente cubano y con dinero castrista volvió a la Argentina para fundar el periódico CGT de los Argentinos junto al sindicalista Raimundo Ongaro -uno de los principales responsables del Cordobazo- con el fin de combatir la llamada “burocracia sindical”. Pero el cuentista y escritor no solamente se dedicó a las letras, sino que la propaganda y el odio desplegado contra el sindicalismo no marxista se concretó también en los hechos. Rodolfo Walsh fue uno de los ideólogos del asesinato del líder sindical Augusto Timoteo Vandor, la llamada Operación Judas, perpetrada el 30 de junio de 1969 entre otros por Raimundo Villaflor, Carlos Caride, Dardo Cabo, Horacio Mendizábal y el propio Walsh. Más tarde, el 27 de agosto de 1970, el comando Emilio Maza de la organización armada Descamisados, integrado por Walsh, asesinó a otro líder sindical, en este caso a José Alonso. En la misma línea de sangre participó en el asesinato de José Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT, el 25 de septiembre de 1973. Ese mismo año fundó junto a Horacio Verbitsky el diario montonero Noticias, al incorporarse definitivamente a la “formación especial” después de su paso por las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Fue uno de los organizadores, junto a Carlos Goldenberg, del atentado dinamitero perpetrado el 2 de noviembre de 1974, que produjo la muerte del comisario general Alberto Villar y su esposa en la localidad bonaerense de Tigre.

El 2 de julio de 1976 fue uno de los principales responsables de la voladura del Comedor de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal. También fue fundador de la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA).

El 25 de marzo de 1977 fue abatido por las fuerzas de seguridad en un enfrentamiento presenciado por numerosos testigos en plena avenida Entre Ríos entre Humberto I y Carlos Calvo.

En recompensa a su trayectoria terrorista, una plaza, una escuela y varias cátedras universitarias y calles llevan su nombre. Para conocer el verdadero papel desempeñado por Rodolfo Walsh en las organizaciones armadas se recomienda la lectura de Años de terror y pólvora. El proyecto cubano en La Argentina (1959 – 1970), ROJAS, Guillermo, Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2001.

Biografía de un luchador social: Horacio Verbitsky

Horacio Verbitsky, nombres de guerra El Perro, Roberto y Horacio Salazar, nació en La Plata el 11 de febrero de 1942. En 1972 se unió a la agrupación terrorista FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) la que, más tarde, se fusionó con Montoneros, integrándose H.V. al aparato de inteligencia donde actuó bajo la dirección de uno de sus mentores, Rodolfo Walsh. Al igual que Walsh, como responsable de la inteligencia montonera, Verbitsky fue uno de los encargados de seleccionar los “blancos”, es decir las personas que debían ser asesinadas. Pero no solamente seleccionaba los objetivos sino que participó directamente en otras acciones como el cruento copamiento del Regimiento de Infantería 29 de Monte en Formosa, ejecutado  por Montoneros el 5 de octubre de 1975 –asesinando a 12 hombres, la mayoría de ellos conscriptos-, y el atentado en el estacionamiento del edificio “Libertador”, el 15 de marzo de 1976, que generó la muerte de un civil, el camionero Alberto Blas García. Días después, participó en la voladura del comedor de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal, asesinando a 24 personas más e hiriendo a otras 66. Viajó al Perú donde contribuyó a la formación de diversas organizaciones terroristas locales. Fue detenido en pleno Proceso de Reorganización Nacional, detención durante la cual sus ex compañeros de combate suponen que se dedicó a entregar a “compañeros”. El versátil periodista–terrorista colaboró con el comodoro Juan José Güiraldes en la publicación del libro El poder aéreo de los argentinos en 1979. Reapareció en la década del ’80 como uno de los fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), ONG financiada por la Fundación Ford, que vela por los derechos humanos de los argentinos y es la encargada por los sucesivos gobiernos de revisar los ascensos en las Fuerzas Armadas, de manera de evitar la promoción de presuntos represores. Durante los meses previos al asalto a los cuarteles de La Tablada (23–24 de enero de 1989) desde el diario Página 12 -fundado con fondos provenientes del ERP y del gobierno sandinista de Nicaragua– promovió las más variadas formas de insurrección popular. Como se ve, nos encontramos frente a un verdadero hombre polifuncional: escritor, periodista, oficial montonero, terrorista, experto en inteligencia, delator de sus compañeros, fundador de organizaciones de derechos humanos, escritor de obras de estrategia militar, colaborador del Proceso, asesor presidencial y posiblemente agente de la CIA. “Participé en enfrentamientos armados, y por suerte no murió nadie, porque me sentiría muy mal”, le mintió al director de Perfil, Jorge Fontevecchia. “No fui importante en la estructura de Montoneros. No era el que soy hoy, tenía un nivel bajo”, volvió a mentir. ”A Mario Firmenich lo vi sólo dos veces en mi vida. Nunca tuve ninguna relación especial con él”, continuó Verbitsky. (Perfil, 4/11/07).

Fuente: ACUÑA, Carlos Manuel: Verbitsky. De La Habana a la Fundación Ford, Buenos Aires, Ediciones del Pórtico, 2003.

Parte de guerra

Buenos Aires, 2 de julio de 1976:

“A nuestro pueblo: En la mañana del día de la fecha, el pelotón de combate ¨Sergio Puiggros¨ del Ejército Montonero, aprovechando una falla en el dispositivo de vigilancia y control de la Superintendencia de Seguridad Federal (ex Coordinación Federal), colocó en su sede central un artefacto explosivo. Cumplida su misión, los compañeros se retiraron sin novedades y, posteriormente, tal como estaba planificado, el artefacto detonó a las 13.20 en el comedor de esa dependencia. Los medios de información del Ejército Montonero estiman en 85 el número de bajas causadas al enemigo, de los cuales 25 son muertos. No se descarta el que esta cifra pueda llegar a ser superior. Los daños causados al edificio son importantes, estimándose que la capacidad operativa de este centro represivo quedó seriamente afectada por un lapso de tres meses. (…) Hasta la victoria final. MONTONEROS”

Autor:

Audiencia por la bomba de Montoneros en Coordinación Federa:

En una Audiencia relizada  en Comodoro Py, por la bomba de Montoneros en el comedor de la Superintendencia Federal. 23 muertos y 100 heridos.
Brillante el Dr. Sacheri por la querella. Acusan a Horacio Vertbisky y Rodolfo Walsh como autores intelectuales de la bomba que puso el Policía Salgado.
La defensora oficial, interesante, piensa que todo lo de aquella época está prescripto. TODO.











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